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A la gente cuyo trabajo va más allá del campo de las ideas y penetra en la «realidad material»: a los ecólogos de las tierras áridas, dondequiera que estén, en cualquier tiempo donde trabajen, dedico esta tentativa de extrapolación con humildad y admiración.

FRANK HERBERT, 1965

Libro primero: Dune

Capítulo 1

En Castel Caladan antes de partir hacia Arrakis, se celebra la ceremonia/ritual gom jabbar entre un joven Paul Atreides de 15 años, la vieja Bene Gessserit Reverenda Madre Gaius Helen Mohiam y la madre Jessica.

La vieja mujer era como la sombra de una bruja… con sus cabellos como tela de araña enmarañados alrededor de sus oscuras facciones y sus ojos brillando como piedras preciosas.

En las sombras de su lecho, Paul entrecerró los ojos hasta reducirlos a dos líneas. Dos óvalos brillantes como los de un pájaro, los ojos de la vieja mujer, parecieron dilatarse y llamear mientras se clavaban en los suyos.

—Un hombre demasiado popular provoca los celos de los poderosos —había dicho Hawat.

Paul se durmió de nuevo y soñó en una caverna arrakena, con seres silenciosos irguiéndose a su alrededor a la pálida claridad de los globos. Todo era solemne, como en el interior de una catedral, y oía un débil sonido, el drip-drip-drip del agua. Aún soñando, Paul sabía sin embargo que al despertar lo recordaría todo. Siempre recordaba sus sueños premonitorios.

los llamados Fremen, elusivos como el viento del desierto, que ni siquiera figuraban en los censos de los Registros Imperiales.

Paul sintió sus propias tensiones y decidió practicar uno de los ejercicios corporales-mentales que le había enseñado su madre. Tres rápidas inspiraciones desencadenaron las respuestas: entró en estado de percepción flotante… ajustó su conciencia… dilatación aórtica… alejamiento de todo mecanismo no focalizado… concienciación deliberada… enriquecimiento de la sangre e irrigación de las regiones sobrecargadas… nadie obtiene alimento-seguridad-libertad sólo con el instinto… La consciencia animal no se extiende más allá de un momento dado, como tampoco admite la posibilidad de la extinción de sus víctimas… el animal destruye y no produce… los placeres animales permanecen encerrados en el nivel de las sensaciones sin alcanzar la percepción… el ser humano necesita una escala graduada a través de la cual poder ver el universo… una consciencia selectivamente focalizada, esto forma su escala… La integridad del cuerpo depende del flujo nervioso-sanguíneo, sensible a las necesidades de cada una de las células… todos los seres/células/cosas son no permanentes… todo lucha para mantener el flujo de la permanencia…

Su madre se volvió, presentándole una casaca de semiceremonia con el halcón rojo, emblema de los Atreides, bordado en el bolsillo.

Paul se dobló en una breve inclinación, como le había enseñado su maestro de danza que debía hacerse… para usarlo en las ocasiones «en que no hay ninguna duda acerca del rango de la otra persona».

Los matices de la actitud de Paul no pasaron inadvertidos para la Reverenda Madre.

Aquél sí que era un hombre que apreciaba el poder de la bravura… incluso en la muerte, pensó la Reverenda Madre.

La cortesía, y el obvio poder de la vieja mujer sobre su madre, aconsejaban prudencia. Sin embargo, sintió crecer una rabiosa aprensión ante el miedo que irradiaba de su madre.

La puerta se cerró sólidamente a sus espaldas.

Paul hizo frente a la vieja mujer, dominando su irritación.

La orden fue como un latigazo. Paul se dio cuenta de que había obedecido incluso antes de haber pensado en ello. Ha usado la Voz contra mí, se dijo. Ella lo detuvo con un gesto, cerca de sus rodillas.

Paul intentó deglutir, pero su garganta estaba seca. No conseguía apartar su atención de aquel viejo rostro arrugado, aquellos ojos brillantes, aquellas encías pálidas, aquellos dientes de metal plateado que brillaban a cada palabra.

El orgullo dominó el miedo de Paul.

No conoceréis al miedo. El miedo mata la mente. El miedo es la pequeña muerte que conduce a la destrucción total. Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mí y a través de mí. Y cuando haya pasado, giraré mi ojo interior para escrutar su camino. Allá donde haya pasado el miedo ya no habrá nada. Sólo estaré yo.

El escozor se hizo más intenso en su mano. Apretó los labios. ¿Cómo es posible que esto sea una prueba?, se preguntó. El escozor se convirtió en comezón.

Paul cerró fuertemente su mano izquierda, mientras la sensación de quemadura aumentaba en la otra mano. Crecía lentamente: calor y más calor… y más calor. Sintió que las uñas de su mano izquierda se clavaban en su palma. Intentó sostener los dedos de su mano que ardía, pero no consiguió moverlos.

Se dio cuenta de que jadeaba e intentó dominarse sin conseguirlo.

¡Y luego todo cesó!

Como un interruptor que hubiera cortado el flujo de la corriente, el dolor cesó.

Paul sintió que su brazo derecho temblaba, el sudor seguía chorreando por todo su cuerpo.

Reprimió un estremecimiento de dolor, y miró fijamente el oscuro hueco donde su mano, como movida por voluntad propia, se obstinaba en permanecer. El recuerdo del dolor le impedía el movimiento. La razón le susurraba que no iba a sacar más que un muñón renegrido de aquella caja.

Sacó la mano de la caja y la miró, atónito. Ni una señal. Ningún signo de la agonía sufrida por su carne. Alzó la mano, la giró, distendió los dedos.

—Dolor por inducción nerviosa —dijo ella—. No puedo ir por ahí mutilando potenciales seres humanos. De todos modos, habría más de uno que daría su mano por conocer el secreto de esta caja —la tomó y la sumergió entre los pliegues de su ropa.

—Pero el dolor… —dijo Paul.

—El dolor —sorbió ruidosamente—. Un humano puede dominar cualquier nervio del cuerpo.

La tangencial agresividad de su pregunta desencadenó en su mente un nivel más alto de consciencia. Tamizar la arena. Asintió.

Ella lo miró. ¡Percibe la verdad! ¿Quizá sea el que estamos buscando? ¿Quizá sea realmente el que estamos buscando? Refrenó su excitación, recordándose a sí misma: La esperanza ofusca la observación.

—Jessica, ¿has dejado alguna vez de odiarme? —preguntó la vieja mujer.

—Os quiero y os odio a la vez —dijo Jessica—. El odio… es a causa del dolor que nunca podré olvidar. El amor… es…

—Sólo los hechos básicos —dijo la vieja mujer, pero su voz era suave—. Puedes entrar ahora, pero guarda silencio. Cierra esa puerta y asegúrate de que nadie nos interrumpa.

Mi hijo vive, pensó. Mi hijo vive y es… humano. Yo lo sabía… pero… vive. Ahora yo también puedo seguir viviendo.

Y conocía la naturaleza de todo aquello, las finalidades que se persiguen a toda costa, aquellas que traen consigo la propia urgencia de ser llevadas a cabo. Paul sentía que aquella finalidad le había sido inoculada. Pero no sabía aún cuál era exactamente.

Paul miró su mano a través de la cual había pasado el dolor, luego miró a la Reverenda Madre. El sonido de su voz contenía una diferenciación que la distinguía de todas las otras voces que había oído su experiencia. Las palabras habían sido definidas, brillantes. Sintió que cualquier pregunta que hubiera hecho habría recibido una respuesta que lo hubiera elevado fuera de su mundo carnal hacia algo más grande.

—¿Por qué buscáis a los humanos? —preguntó.

—Para hacerlos libres.

—¿Libres?

—Hubo un tiempo en que los hombres dedicaban su pensamiento a las máquinas, con la esperanza de que ellas los harían libres. Pero esto sólo permitió que otros hombres con máquinas los esclavizaran.

—«No construirás una máquina a semejanza de la mente del hombre» —citó Paul.

—Esto es lo que dicen la Jihad Butleriana y la Biblia Católica Naranja —dijo—. Pero en realidad la Biblia C. N. tendría que haber dicho: «No construirás una máquina que imite la mente humana». ¿Has estudiado al Mentat a tu servicio?

—La Gran Revolución nos ha librado de nuestras muletas —dijo la vieja mujer—. Ha forzado a las mentes humanas a desarrollarse. Fueron fundadas escuelas para adiestrar los talentos humanos.

—Han sobrevivido dos de esas antiguas escuelas: la Bene Gesserit y la Cofradía Espacial. La Cofradía, eso es al menos lo que pensamos, concentra todos sus esfuerzos en las matemáticas puras. La Bene Gesserit desarrolla otra función.

—Has necesitado pocos indicios para deducir esto —dijo—. Se trata de Política. La escuela Bene Gesserit original estaba dirigida por aquellos que intuyeron que se necesitaba una continuidad en las relaciones humanas. Vieron que esta continuidad no podía existir sin separar el linaje humano del linaje animal… por razones de selección.

Las palabras de la vieja mujer perdieron bruscamente aquella especial claridad para Paul. Percibía una ofensa hacia aquello que su madre llamaba instinto para la sinceridad. No era que la Reverenda Madre le mintiera. Obviamente, ella creía en lo que le estaba diciendo. Era algo más profundo, algo ligado a aquella terrible finalidad.

Capítulo 2

En una estancia de Giedi Prime están reunidos el Barón Vladimir Harkonnen, el Mentat Piter y el heredero Feyd-Rautha. El Barón manipula una esfera con una representación del planeta Arrakis. Se presentan los planes en contra de la Casa Atreides según los nuevos eventos que se van desarrollando.

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Capítulo 3

Después de la pruaba gom jabbar, la Reverenda Madre Gaius Helen Mohiam Censor Superior de la escuela Bene Gesserit y la madre Jessica hablan en una estancia de Castel Caladan, hacen que Paul se presente para dialogar sobre sus sueños, la vieja mujer se despide.

«La Reverenda Madre debe combinar las artes de seducción de una cortesana con la intocable majestad de una diosa virgen, manteniendo estos atributos en tensión tanto tiempo como subsistan los poderes de su juventud. Pues una vez se hayan ido belleza y juventud, descubrirá que el lugar intermedio ocupado antes por la tensión se ha convertido en una fuente de astucia y de recursos infinitos».

Una jovencita delgada, de cabellos color bronce, con el cuerpo torturado por los vientos de la pubertad, había entrado en el estudio de la Reverenda Madre Gaius Helen Mohiam, Censor Superior de la escuela Bene Gesserit en Wallach IX.

Una hija Atreides hubiera podido casarse con un heredero Harkonnen, y la brecha hubiera quedado cerrada. Complicaste las cosas de forma impredecible. Ahora corremos el riesgo de perder ambas líneas genéticas.

Y ya sería malo sin las complicaciones de una cultura comercial feudal que da la espalda a cualquier ciencia.

Paul obedeció con reluctante lentitud.

«Quien se somete, domina».

El sauce se somete al viento y prospera hasta el día en que habrá a su alrededor tantos sauces que formarán una barrera contra el viento. Esta es la finalidad del sauce.

Experimentó una súbita rabia contra ella: fatua vieja bruja con su boca llena de tópicos.

Un imperceptible signo de comprensión pasó entre las dos.

Lágrimas más intranquilizadoras que cualquier otra palabra o signo que se hubiera intercambiado entre ellos aquel día.

Capítulo 4

En la sala de ejercicios de Castel Caladan Paul estudia mapas y documentación sobre Arrakis; recibe las visitas de los amigos/mentores mentat Thufir Hawat y maestro de armas Gurney Halleck.

¿Cuántas veces tendré que decirle que nunca debe dar la espalda a una puerta?

Paul alzó los ojos hacia aquel hombre canoso que se había detenido en el ángulo de la mesa. Los ojos de Hawat eran dos polos de atracción en un rostro oscuro y arrugado.

—¿Triste? ¡Tonterías! Dejar a los amigos resulta triste. Pero un lugar es sólo un lugar —contempló los mapas sobre la mesa—. Y Arrakis es simplemente otro lugar.

Soplan a setecientos kilómetros por hora, arrastrando consigo cualquier cosa móvil que encuentren en su camino: arena, polvo, cualquier cosa. Arrancan la carne de tus huesos y reducen éstos a astillas.

No hay mucho que los distinga de la gente de los graben y sink. Todos llevan ropas flotantes. Y apestan como demonios en cualquier lugar cerrado. Esto es debido a las ropas que llevan (las llaman «destiltrajes»)… cuya misión es recuperar el agua de sus cuerpos.

Y Paul se había sentido más impresionado por su tono —ondulante y con una melodía a modo de cantinela— que por sus palabras.

Graba esto en tu memoria: un mundo se sostiene por cuatro cosas… —alzó cuatro nudosos dedos—… la erudición de los sabios, la justicia del grande, las plegarias de los justos y el coraje del valeroso. Pero todo esto no es nada… —cerró sus dedos en un puño—… sin un gobernante que conozca el arte de gobernar. ¡Haz de esto tu ciencia!

Cerró sus ojos, llamando a las palabras, y cuando habló su voz adquirió inconscientemente algo del tono de la vieja mujer—: «Tú, Paul Atreides, descendiente de reyes, hijo de un duque, debes aprender a gobernar. Esto es algo que no hizo ninguno de tus antecesores». —

—Dijo que un gobernante debe aprender a persuadir y no a obligar. Dijo que debe ofrecer el hogar más confortable y el mejor café del mundo para atraer a los mejores hombres.

Hablaba del lenguaje de las rocas y de las cosas que crecen, el lenguaje que uno no puede oír sólo con los oídos. Y yo le dije que eso era lo que el doctor Yueh llama el Misterio de la Vida.

Dijo que el Misterio de la Vida no es un problema que hay que resolver, sino una realidad que hay que experimentar. Entonces le cité la Primera Ley del Mentat: «Un proceso no puede ser comprendido más que interrumpiéndolo. La comprensión debe fluir al mismo tiempo que el proceso, debe unirse a él y caminar con él».

—Mi padre me ha hablado de Salusa Secundus —dijo Paul—. ¿No crees, Thufir, que es muy parecido a Arrakis… quizá no tan malo, pero muy parecido?

Date la vuelta y no te sientes ofreciendo la espalda a la puerta. No es que crea que haya ningún peligro en el castillo, es sólo un hábito que me gustaría que adquirieses.

Recordó otra vez lo que le había dicho la vieja mujer acerca de que un mundo es la suma de muchas cosas: la gente, la tierra, las cosas que crecen, las lunas, las mareas, los soles… aquella suma desconocida llamada naturaleza, un término vago desprovisto ahora de significado.

Se volvió, sonriendo, y la cicatriz de estigma que seguía la línea de su mandíbula se estremeció.

—Así que ni siquiera me das los buenos días, malvado diablillo —dijo Halleck—. ¿Qué clase de dardo has clavado en el corazón del viejo Hawat? Se ha cruzado conmigo en el vestíbulo como si corriera a los funerales de su peor enemigo.

Paul sonrió. Entre todos los hombres de su padre, Gurney era el que más le gustaba: conocía sus cambios de humor, sus debilidades, su carácter. Era para él un amigo más que una espada mercenaria.

Gurney se tiró de la oreja izquierda.

¡Soy un demonio infernal en busca de la venganza!

Paul empuñó otra espada, cimbreó la hoja con sus manos, y se colocó en posición de aguile, con un pie delante.

https://dle.rae.es/prurito prurito 1. m. Deseo persistente y excesivo de hacer algo de la mejor manera posible. 2. m. Med. Comezón, picazón.

—¿Humor? —la voz de Halleck sonó ultrajada incluso a través del filtro del escudo—. ¿Qué tiene que ver tu humor con esto? Uno combate cuando es necesario… ¡no cuando está de humor! El humor es algo para el ganado, o para hacer el amor, o para tocar el baliset. No para combatir.

¿Es una traición?, se preguntó Paul. ¡No, Gurney no!

Fintó hacia un lado, lanzó a su vez un ataque con la espada y al mismo instante avanzó el puñal a la altura del cuello de Halleck. Detuvo la hoja a dos centímetros de la yugular.

—Nos reuniríamos ambos en la muerte —dijo Halleck—. Pero debo admitir que combates un poco mejor cuando estás bajo presión. Ahora estás realmente de humor —y sonrió lobunamente, haciendo que la cicatriz de estigma de su mentón se crispara.

—Me merecía esto, Gurney. Pero mi padre se hubiera puesto furioso si me hubieses herido. No quiero que seas castigado por mis errores.

—En este caso —dijo Halleck— el error hubiera sido también mío. Y no tienes que preocuparte por una o dos cicatrices de entrenamiento. Eres afortunado por tener tan pocas. En cuanto a tu padre… el Duque me castigaría tan sólo si fallara en hacerte un combatiente de primera clase. Y hubiera fallado si no te hubiera explicado el error que cometías hablando de humor en algo tan serio como esto.

Paul asintió. Se maravilló ante la insólita seriedad de la actitud de Halleck, su firme resolución.

Y Paul sintió una repentina vergüenza por haber dudado de Halleck aunque fuera por un solo instante.

Cuán pronto ha asumido este muchacho su condición de hombre, pensó Halleck. Cuán pronto ha debido aprender esta brutal necesidad de la prudencia, este hecho que se graba en tu mente y te advierte: «Desconfía incluso de tus allegados».

Paul se alzó sobre la punta de los pies para distender sus músculos. Adoptó una actitud solemne, con la repentina comprensión de que su vida se deslizaba hacia rápidos cambios.

Soy un frutal bien cuidado, pensó. Lleno de buenos sentimientos y de habilidades y de todas esas hermosas cosas que crecen en mi… para que algún otro pueda recolectarlas.

Paul esquivó un golpe lento del muñeco y lanzó un entretisser con la izquierda.

Y comenzó a pensar en Paul, y se preguntó si el muchacho, algunas noches, no habría escuchado con terror los ruidos de su propia almohada.

—Si los deseos fueran peces —murmuró— todos arrojaríamos nuestras redes.

Era una frase de su madre que se repetía a si mismo siempre que sentía las tinieblas del mañana cernirse sobre él.

Capítulo 5

A continuación, en la misma estancia, Paul recibe al Dr. Yueh, próximo a cometer traición contra la casa Atreides, debido a una extorsión de los Harkonnen. El Dr. Yueh, disimulando sus recelos, obsequia la pequeña biblia a Paul.

Paul levantó la cabeza y vio la envarada figura del hombre, de pie a algunos pasos de él, y de una sola ojeada observó sus arrugadas ropas negras, el bloque cuadrado de su cabeza de labios empurpurados y bigote caído, el tatuaje diamantino del Condicionamiento Imperial en la frente, el largo cabello negro cayendo sobre su hombro izquierdo, sujeto por el anillo de plata de la Escuela Suk.

Y se recordó a sí mismo: No debo fallar. Lo que hago lo hago con la seguridad de que mi Wanna no sufrirá más a causa de esas bestias Harkonnen.

Y Yueh pensó: ¿Qué es lo que estoy diciendo? Soy hipócrita conmigo mismo.

—¿Los Fremen? —Yueh tamborileó con los dedos sobre la mesa, después se dio cuenta de que Paul observaba aquel nervioso gesto y retiró la mano.

Tienen un dicho: «La educación viene de la ciudad, la sabiduría del desierto».

—Todo el mundo lo dice —dijo Yueh—. Componen poemas a sus cuchillos. Sus mujeres son tan salvajes como sus hombres. Incluso los chicos Fremen son violentos y peligrosos. No creo que se te permita mezclarte con ellos.

—Si es económicamente realizable —dijo Yueh—. Arrakis posee muchos y costosos peligros. —Se atusó el caído bigote—.

Paul lo observó. Yueh notó que el muchacho no hacía el menor gesto para tocarlo y pensó: Es cauteloso.

Yueh observó a Paul mientras éste ensayaba el accionamiento, y pensó: De este modo salvo mi conciencia. Le ofrezco la ayuda de la religión antes de traicionarle. Así podré decirme que ha ido donde yo no puedo ir.

Abridla por el Kalima cuatrocientos sesenta y siete… donde dice: «El agua es el inicio de toda vida».

—Quizá encontréis interesante este libro —dijo Yueh—. Hay mucha verdad histórica, y también mucha filosofía ética.

Por un momento, cuando Yueh había gritado, Paul había temido que le pidiera que se lo devolviese.

Capítulo 6

El padre, Duque Leto Atreides, visita a su hijo Paul en la estancia; conversan, acerca del viaje a Arrakis, y el rol de la casa Atreides en el planeta, con la melange, los Fremen, la CHOAM.

Observadlo: un hombre marcado por el Destino, una figura solitaria cuya luz fue oscurecida por la gloria de su hijo. Pero uno puede preguntarse: ¿qué es el hijo, sino la extensión del padre?

El Duque era alto, de piel olivácea. Su rostro largo y delgado estaba tallado en ángulos duros, suavizados tan sólo por los profundos ojos grises. Llevaba un negro uniforme de trabajo, con el halcón heráldico rojo bordado en el pecho. Un cinturón escudo de plata, patinada por el uso, ceñía su delgada cintura.

Se sentía cansado, haciendo un duro esfuerzo por no mostrar su fatiga.

—No muy duro —dijo Paul—. Todo es tan… —se alzó de hombros.

El Duque se forzó a hacer un gesto casual, se sentó en el borde de la mesa y sonrió. Toda una serie de frases hechas se dibujaron en su mente… el tipo de frases usadas para calmar los temores de sus hombres antes de una batalla. Pero no dejó que ninguna se formara en su boca, enfrentado a un único pensamiento:

El Duque observó la desazón de su hijo.

—Hawat me ha dicho que ella te había asustado con sus advertencias acerca de Arrakis —dijo el Duque—. No dejes que los temores de una mujer ofusquen tu mente. Ninguna mujer quiere que sus seres queridos se vean expuestos al peligro. Tras esas advertencias había la mano de tu madre. Tómalo como un signo de su amor por ti.

La verdad podría ser peor que todo lo que haya imaginado, pero cada peligro es valioso si uno está preparado para afrontarlo. Y si hay algo de lo que mi hijo nunca se ha mantenido alejado es de la necesidad de enfrentarse al peligro. Pero pese a todo hay que esperar aún; es muy joven.

Pero todo esto no es nada al lado de la melange. Un puñado de especia basta para comprar una casa en Tulipe. No puede ser manufacturada, tiene que ser extraída de Arrakis. Es única, y sus propiedades geriátricas son indiscutibles.

El Duque se permitió un momento de amarga satisfacción, mirando a su hijo y pensando cuán penetrante, cuán entrenada había sido aquella observación. Asintió.

A fin de cuentas, los beneficios son lo único que cuenta. ¡Al diablo la Gran Convención! ¡No vas a dejar que nadie te reduzca a la miseria! —Una dura sonrisa apareció en la boca del Duque—. Todos se inclinarán hacia la otra parte, sin apoyar nada de lo que yo haga.

—¡Paul! —el Duque frunció el ceño—. Sabemos dónde está la trampa… y cuál es el primer paso para evadirla. Esto es como un combate singular, hijo, sólo que a gran escala… fintas en las fintas de las fintas… en un combate sin fin. Nuestra tarea es burlar la intriga. Sabemos que los Harkonnen han almacenado melange, de modo que hagámonos otra pregunta: ¿Quién más ha estado almacenándola? Esta será la lista de nuestros enemigos.

—¿Para informar a nuestros enemigos que sabemos de quién es la mano que empuña el cuchillo? Ah, Paul, ahora… ahora vemos el cuchillo. ¿Quién puede saber quién lo empuñará mañana?

—El Emperador —dijo Paul—. Esto significa los Sardaukar.

—Disfrazados con uniformes Harkonnen, sin duda —dijo el Duque—. Pero los mismos soldados fanáticos pese a todo.

—Esto es lo que quieren hacer creer: que los Sardaukar son tan sólo gentes reclutadas por el Emperador y magníficamente entrenadas desde muy jóvenes. Ocasionalmente se oyen murmuraciones acerca de los cuadros de entrenamiento del Emperador, pero el equilibrio de nuestra civilización ha permanecido siempre igual…

—¡Pero todos los informes acerca de Salusa Secundus dicen que S. S. es un mundo infernal!

—Indudablemente. Pero, si tú tuvieras que crear una raza de hombres fuertes, duros y feroces, ¿qué condiciones ambientales les impondrías?

—¿Cómo es posible asegurar la lealtad de unos hombres como esos?

—Existen medios infalibles: jugar con la convicción de su propia superioridad, la mística de la secta secreta, el espíritu de las penalidades sufridas en común. Puede hacerse. Ha funcionado en muchos mundos y en muchas épocas.

Los ojos de Paul se desorbitaron.

—Imagino que Gurney es más bien parco en sus cumplidos. De todos modos, y son sus propias palabras, me ha asegurado que distingues perfectamente la diferencia entre la punta y el filo de la hoja de una espada.

—Gurney dice que no es artístico matar con la punta; hay que hacerlo con el filo.

—Gurney es un romántico —gruñó el Duque. Las palabras de su hijo sobre el mejor modo de matar le turbaban—. Preferiría que nunca te vieras obligado a matar… pero si te ves enfrentado a ello, mata como puedas… con el filo o con la punta. —Miró a las vidrieras del techo, sobre las que tamborileaba la lluvia.

—Vigilaré nuestras pantallas e intentaré ver a uno de los hombres de la Cofradía.

—No lo hagas. Ni siquiera sus agentes ven nunca a un hombre de la Cofradía. La Cofradía es tan celosa de su anonimato como de su monopolio. Nunca hagas nada que pueda comprometer nuestros privilegios, Paul.

—¿Crees que tal vez se ocultan porque han sufrido mutaciones y ya no tienen… aspecto humano?

—¿Quién sabe? —el Duque se alzó de hombros—. Es un misterio que probablemente ninguno de nosotros va a resolver. Tenemos otros problemas más inmediatos… uno de ellos tú.

—Llega un día —dijo el Duque— en que el potencial Mentat debe ser informado de su condición. Ya no es posible seguir adiestrándolo. Es el propio Mentat quien debe elegir entre continuar o abandonar el adiestramiento. Algunos pueden continuar; algunos otros son incapaces de hacerlo. Sólo el potencial Mentat puede decidir por sí mismo lo que quiere hacer.

Paul se frotó la mandíbula. Todo el adiestramiento especial que le habían dado Hawat y su madre —la mnemotecnia, la focalización de la consciencia, el control muscular y la agudización de las sensibilidades, el estudio de las lenguas y las entonaciones de las palabras— todo adquiría para él, ahora, un nuevo significado.

—Algún día serás un Duque, hijo —dijo su padre—. Un Duque Mentat sería algo formidable. ¿Puedes decidir ahora… o necesitas algo de tiempo?

—Formidable, de veras —murmuró el Duque, y Paul vio insinuarse en su rostro una sonrisa de orgullo. Aquella sonrisa impresionó a Paul: por un instante creyó ver, en el rostro del Duque, los rasgos de una calavera. Paul cerró los ojos, sintiendo de nuevo la impresión de aquella terrible finalidad. Quizá ser un Mentat sea un terrible destino, pensó.

Pero, al mismo tiempo que formulaba este pensamiento, su nueva consciencia lo rechazó.

Capítulo 7

Ya en el Gran Salón de la pequeña ciudad Arrakeen de Arrakis, Dama Jessica observa la descarga de cajas y paquetes. Llega el Duque Leto, conversan, de la disposición de adornos, habitaciones y asuntos pendientes; en seguida se presenta la nativa Fremen Shadout Mapes para servirle a Jessica, le entrega el cuchillo de diente de gusano Shai-Hulud, “crys”. Mapes prosigue trabajando, Jessica se retira a las habitaciones del ala sur al encuentro de su hijo Paul.

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Capítulo 8

Jessica llega a una estancia esperando encontrar a su hijo Paul, en la sala externa encuentra al Dr. Yueh Wellington; Yueh le informa que Paul descansa en la otra habitación, Jessica da un vistazo, conversan.

Visto así, de espaldas, parecía un esqueleto desprovisto de carne, envuelto en ropas negras demasiado amplias, una marioneta esperando moverse bajo las órdenes de un invisible marionetista. Sólo la cabeza parecía viva, con los largos cabellos color ébano, sujetos por el anillo de plata de la Escuela Suk, cayéndole sobre los hombros y agitándose ligeramente cuando se inclinaba para seguir mejor algún movimiento del exterior.

Yueh aventuró una débil sonrisa, pensando: Creo que ha resultado. Ahora pensará que lo poco usual de mi modo de comportarme es debido al azaramiento. No buscará razones más profundas, puesto que ya tiene la respuesta.

Yueh se alzó de hombros. Desde hacía tiempo se había dado cuenta de que Jessica no tenía el don completo de Decidora de Verdad como había tenido su Wanna.

Una barrera-pantalla las separaba de la gente que pasaba, envuelta en sus ropas, por la calle.

Miran esos árboles y piensan: «Aquí hay un centenar de nosotros». Eso es lo que piensan.

Ella le miró, perpleja y cejijunta.

—Pero algunos entre esa gente miran a los árboles con esperanza.

—Esperan que caiga algún dátil, pero no es la estación.

—Miramos este lugar con ojos demasiado críticos —dijo ella—. Hay aquí tanta esperanza como peligro. La especia puede hacernos ricos. Con un tesoro tan grande, podríamos transformar completamente este mundo.

Y se rio silenciosamente para sí misma: ¿A quién intento convencer? Su risa resonó entre todas sus compulsiones, emergiendo secamente, sin alegría.

—Pero uno no puede comprar la seguridad —dijo.

Yueh giró su rostro para ocultarlo de ella. ¡Si al menos fuera posible odiar a esa gente en vez de amarla!

La crueldad de los Harkonnen era tortuosa.

La claridad que atravesaba las persianas ponía una trama de luz y sombras en el rostro y el cubrecama.

pero los aguzados rasgos del padre iban mostrándose cada vez más acusados, como la madurez emergiendo de la adolescencia.

¿Acaso existe alguna explicación Bene Gesserit?

Por primera vez se sintió presa del pensamiento de que tal vez él formaba parte de un plan mucho más vasto y complejo de lo que su mente fuera nunca capaz de concebir.

—Qué delicioso abandono hay en el sueño de un niño.

—Si los adultos pudieran relajarse también así… —dijo el hombre maquinalmente.

hojas polvorientas y ramas sarmentosas. El oscuro cielo colgaba sobre el declive como una mancha, y la lechosa luz del sol arrakeno inundaba la escena de reflejos plateados, como los del crys que guardaba en su seno.

—¿Qué hubieran revelado? ¿Una planta extraña… o un animal? ¿Cómo identificarlo? —miró de nuevo hacia afuera—. El agua se detiene. Algo la absorbe e impide que fluya. Estoy segura de ello.

—El aire frío arrastra muy poca humedad, Wellington. Hay cosas, tras el velo de los Harkonnen, que merecen investigarse a fondo, y no todas están relacionadas directamente con la especia.

—¿Ignoráis que mi esposa, mi Wanna…? —dijo. Se interrumpió, sintiendo que las palabras se ahogaban en su garganta. Luego—: Ella… —las palabras se negaron a salir. Se sintió ganado por el pánico, cerró fuertemente los ojos, notando la agonía en su pecho hasta que una mano tocó suavemente su brazo.

—Hemos sido desarraigados —dijo Yueh—. Es por eso por lo que nos sentimos tan incómodos.

—Y es tan fácil matar una planta desarraigada —dijo ella—. Especialmente cuando es plantada en un suelo hostil.

La gente sabe muy bien que si vienen otros a beber, el precio del agua subirá y los más pobres morirán.

Ha habido importantes e inexplicados desembolsos de dinero del tesoro últimamente. Esas sumas sólo significan una cosa: corrupción en las altas esferas. —Agitó su cabeza—. Allá donde va Thufir Hawat, lo acompañan la muerte y la traición.

—Lo estáis insultando.

¿Insultando? Lo alabo. Muerte y traición son nuestra única esperanza ahora.

—¿Qué queréis decir? —se sentía impresionado por su tono cínico, por aquella amargura que nunca antes había descubierto en ella.

Pero el auténtico veneno, instalado en lo más profundo de sus mentes, es el conocimiento de que fue un Atreides quien desterró a un Harkonnen por cobardía después de la Batalla de Corrin.

—Las viejas rencillas —murmuró Yueh. Y por un instante gustó el ácido sabor del odio.

La ironía era que todo aquel odio mortal fuera a florecer allí, en Arrakis, única fuente en todo el universo de la melange, la prolongadora de vida, la droga de salud.

Se alzó de hombros.

—La futilidad. —La miró—. ¿Recordáis vuestra primera toma de especia?

—Tenía sabor a canela.

Es como la vida… cada vez sabe a algo distinto.

El cuerpo, identificando que una cosa es buena para él, interpreta el sabor como agradable… ligeramente eufórico. Y, como la vida, no puede ser sintetizada.

—Creo que hubiera sido más juicioso para nosotros convertirnos en renegados, huir lo más lejos posible del Imperio —dijo ella.

Y… —suspiró—… motivando a la gente, forzando a alguien a hacer algo, una se crea una actitud cínica hacia la humanidad. Degrada cualquier cosa que toques. Si yo le hubiera empujado a ello… en realidad no hubiera sido él quien lo hubiera hecho.

Llevó una mano a su boca y tragó convulsivamente. Nunca había estado tan cerca de hablar, de confesar su secreto papel.

Jessica dejó caer los brazos, se dirigió hacia la puerta que conducía al vestíbulo y se detuvo un momento, vacilante, en el umbral. Durante todo el tiempo que hemos estado hablando ha estado ocultándome algo, pensó.

Pero esto podría avergonzarlo, le asustaría saber lo fácil que es leer en él. Debo confiar un poco más en mis amigos.

Capítulo 9

Paul en la pequeña estancia finge dormir, se dispone a explorar la casa pero un cazador-buscador lo acecha, en el momento en que la fremen Shadout Mapes abre la puerta de la estancia, Paul logra aferrar y desactivar el mortal objeto, habla con Mapes, sale de la habitación.

Para los demás, diremos que Muad’Dib aprendió rápidamente porque la primera enseñanza que recibió fue la certeza básica de que podía aprender. Muad’Dib sabía que cada experiencia lleva en sí misma su lección.

La conversación crecía y disminuía en intensidad.

Suavemente, Paul se sentó en la cama.

La habitación parecía haber sido concebida para seducirlo.

La habitación y aquel planeta.

Era un viejo librofilm, anterior al descubrimiento de la especia.

Sabía que el doctor Yueh habría encontrado algo para leer y permanecía en la estancia.

Paul se deslizó fuera de la cama, dirigiéndose hacia la librería que se abría al cuarto trastero.

Ahora Paul se había sumido en una inmovilidad catatónica, sabiendo que disponía tan sólo de su habilidad para afrontar el peligro.

Hizo una pausa para que su visión mnemotécnica registrara el patrón de su aspecto en su memoria: rostro de tonalidad oscura, arrugado, ojos totalmente azules, sin blanco. Le aplicó la etiqueta: La Shadout Mapes.

Capítulo 10

Dirigiéndose a la habitación del ala sur, Dama Jessica se encuentra con la Shadaout Mapes y hablan; la habitación tiene puerta ovalada, está llena de vegetación con un sistema de regado, es un invernadero, y Dama Jessica encuentra una nota dejada por otra Bene Gesserit, y que contiene el típico mensaje oculto, que en esta ocasión advierte de peligro contra las casa Atreides; Paul entra en la habitación llevando en la mano el cazador-buscador desactivado/inhabilitado previamente para mojarlo y corto-circuitarlo, uno de los hombres del mentat de confanza Tufir Hawat entra informando la captura y muerte por lucha del operador del cazador-buscador, considerando esa habitación segura se retira a hacer guardia; Jessica y Paul hablan acerca de la seguridad/revisión de los recintos, de la advertencia de peligro, y en general de la posible conspiración y el planeta Arrakis.

Pensad en este proverbio Bene Gesserit y quizá lo comprendáis: “Cualquier camino, si se sigue hasta el fin, no conduce exactamente a ningún lugar. Escalad tan sólo un poco la montaña para comprobar si es una montaña. Desde la cima de la montaña, no podréis ver la montaña”.

Se inclinó para respirar la fragancia de un grupo de flores rosadas, después se incorporó y miró a su alrededor.

Jessica inclinó aprobadoramente la cabeza ante lo hábil de la pregunta.

Él se alzó de hombros, explicándole su conversación con Mapes.

La expresión de Paul se hizo terca y sombría.

Las estrellas empezaron a brillar. Una de ellas, muy baja sobre el horizonte, destacada de las demás, parpadeaba con un claro, preciso ritmo: blink-blink-blink-blink-blink-blink…

Capítulo 11

En la torre de control a las afuera de la ciudad Arrakeen, el Duque Leto Atreides observa el arrivo de una nave, baja a una gran sala de reuniones para entrevistarse con el maestro de armas Gurney Halleck, conversan, Leto le solicita hombres y le pide que trate de persuadir al favor de ellos a unos exiliados que partirán en una nave; luego se retiran, Leto se dirige a un ascensor de la sala cruzando la sala diagonalmente respondiendo a los saludos casuales, da un mensaje a uno de los hombres del grupo de propaganda, y continúa hasta el ascensor.

Le era difícil dominar su rabia.

Agitó su cabeza para rechazar su rabia…

La nostalgia por Caladan despertó un repentino dolor en su pecho.

… pero él debe inspirarse en este mundo. Debe encontrar algo en él.

Una oleada de piedad hacia sí mismo, inmediatamente despreciada y rechazada, acudió a él…

Si había alguien que podía garantizar un futuro a la estirpe de los Atreides, este alguien sólo podían ser los Fremen.

… intentando recuperar su calma mientras descendía y componer su expresión para el inminente encuentro.

—¿Has oído al estúpido? Aquí no hay duchas. ¡Aquí uno se lava el culo con arena!

El Duque bajó el último peldaño y avanzó por la sala repentinamente silenciosa.

El Duque observó a Halleck, admirando a aquel hombre tosco cuyos ojos brillaban como cristales con una salvaje decisión.

Su aire era casual, pero en él se adivinaba al hombre integro y capaz.

Si nos movemos rápidamente conseguiremos una mayor seguridad, el respiro que necesitamos.

—Entonces utiliza tu propia discreción en cada caso particular —dijo Leto impacientemente—.

El que manda debe parecer siempre confiado, pensó.

Capítulo 12

Se celebra/realiza una reunión estratégica del estado mayor en la sala de conferencias, la primera para el Muad’Dib Paul Atreides; en la mesa el mentat Thufir Hawat proyecta imgágenes e información concernientes a diferentes asuntos del planeta; en la reunión se muestra el cuchillo de diente de gusano Shai-Hulud crys perteneciente a Turok, se presenta el líder Fremen del sietch visitado por Duncan Idaho, Stilgar, hacen acuerdos, Duncan Idaho queda como embajador ante los freemen, Gurney Halleck, Thufir Hawat y todos los demás tienen trabajo por hacer; cuando todos han abandonado el recinto, quedan el duque Leto y su hijo Paul, hablan, el duque parte.

Hawat se castigará a sí mismo. Se enfurecerá consigo mismo mucho más de lo que nosotros dos juntos podríamos enfurecernos contra él.

El ruido del correr de las sillas llenó la sala por un instante, mientras los hombres ocupaban sus lugares. Un sutil y penetrante aroma de rachag se difundió a lo largo de la mesa.

También nos han enviado otros regalos accidentales:

Todas parecen obedecer a alguien llamado Liet.

Incluso los ayudantes más jóvenes, que hasta aquel momento se habían mostrado vagamente aburridos, se irguieron intercambiando estupefactas miradas.

El agente de la Cofradía no tenía intención de negociar con nosotros.

¿Quién habla de justicia? Estamos aquí para hacer nuestra propia justicia. Y lo conseguiremos en Arrakis… vivos o muertos.

Parece ser que los escudos crean en ellos una especie de furia homicida.

Las risas estallaron bruscamente y demasiado fuertes.

Demasiadas cosas dependen de un solo hombre viejo, pensó Paul.

Halleck frunció el ceño al otro lado de la mesa, sorprendiendo otra expresión igualmente ceñuda en el rostro de Paul.

Puedes ver que es una reunión estratégica del estado mayor.

pero Paul reconoció aquella máscara de serenidad por encima de la excitación.

Stilgar, jefe del sietch que he visitado, líder de los que nos han advertido del engaño

Así que debo explicaros cual es para nosotros la situación: una cierta responsabilidad recae sobre aquellos que han visto un crys.

La situación no debe escapárseme de la mano, pensó.

Te agradecemos, Stilgar, el presente que nos haces de la humedad de tu cuerpo. Y lo aceptamos con el mismo espíritu con que ha sido ofrecido

Recordad hasta qué punto es preciosa aquí el agua, Señor. Esta es una prueba de respeto.

—Deseo que seas tú quien tomes tu decisión al respecto —dijo Leto. Y no consiguió disimular la tensión en su voz.

Será al mismo tiempo Fremen y soldado de los Atreides. Hay un precedente para esto: Liet sirve a dos amos.

Turok era el nombre de nuestro amigo muerto. Recordadlo cuando llegue el momento de liberar su espíritu. Sois amigos de Turok

Paul entrevió como un delgado tubo antes de que el velo ocupara su lugar.

Leto se irguió, en un movimiento de obvia sorpresa.

Una mirada de entendimiento se cruzó entre Leto y Hawat. Sonrieron.

—Ese Árbitro del Cambio —dijo Leto—, el ecólogo Imperial, Kynes…

Parecían profundamente turbados por la actitud de su padre.

—«Marcharé con los rebeldes que ocupan las tierras áridas» —entonó Halleck.

Antes, las reuniones terminaban siempre en una atmósfera de decisión. Aquella reunión parecía haberse derrumbado, gastada por sus propias insuficiencias y por falta de un acuerdo.

El espacio le daba la impresión de haber estado vacío desde mucho antes de que el Duque abandonara la estancia.

Capítulo 13

Habiendo dejado a su hijo Paul en la sala de conferencias donde se había llevado a cabo la reunión de estado mayor estratégica, el duque Leto conversa con el anciano mentat Thufir Hawat en una estancia contigua donde este último se ocupa del encargo de instalar otro punto de comunicaiones; Leto pregunta a Hawat porqué tan nervioso, Hawat le muestra el fragmento de nota Harkonnen amenzante, conjeturan acerca de quien puede ser el traidor, incluyendo a la mujer del duque, la Bene Gesserit dama Jessica, se habla de ponerle vigilancia a Jesica y asignar el Dr. Yueh (el traidor) a Paul, Hawat también le entrega a Leto un filmclip informativo acerca del significado de la palabra «¡Mahdi!» oída en el recorrido por las calles de Arrakeen; Leto sale, camina un poco, luego regresa a la sala de conferencia donde encuentra a Paul durmiendo encima de la mesa, abrigado por un capote de guardia y con un saco de equipaje de almohada, sigue hasta la terraza, el guardia en la esquina hace un saludo, se ve el campo de aterrizaje, se aprecia el paisaje del horizonte, el momento precendente al alba y el amanecer, al final observa las figuras que recolectan el rocío mañanero.

ya que sólo podían esperar que fuera aquél que les había sido anunciado como el Lisan-al-Gaib, la Voz del Otro Mundo.

—Hemos compartido un buen número de cicatrices, Thufir

La nota… es algo que podría tener graves consecuencias… o ninguna. Es susceptible de varias interpretaciones.

—Hubiera preferido cortarme un brazo antes que heriros —dijo Hawat—.

—Hubiera actuado hace ya mucho tiempo. Veneno en mi bebida… un puñal en la noche. ¿Quién hubiera tenido mejores oportunidades?

Existe toda una gama de sutiles distinciones en el kanly.

—¿Hay otro modo mejor de destruir que sembrar las sospechas hacia la mujer que uno ama? —preguntó.

Está muy dotado para la diplomacia.

—Usaré la discreción, mi Señor.

Hay una leyenda aquí, una profecía, acerca de la llegada de un líder, hijo de una Bene Gesserit, que les guiará hacia la verdadera libertad. Se trata del habitual tema del mesías.

una luna malévola, de siniestra luminosidad espectral.

¡Son un montón de estiércol con cerebros de dictador!

Algunas cosas mendigan nuestro amor, pensó.

El agua era tan preciosa allí que incluso el rocío debía ser recolectado.

Capítulo 14

El duque Leto y su hijo Paul están de nuevo en la sala de conferencias; es de mañana y desayunan, dialogan, Leto se muestra sombrío y cansado, le informa a Paul del engaño para su madre, dama Jessica, y cómo deberá actuar; Leto habla con palabras que tienen trasfondo pesimista o fatalista, se refleja duda y temor, Paul escucha y recibe algunas recomendaciones.

Probablemente no haya en nuestra vida un instante más terrible que aquel en que uno descubre que su padre es un hombre… hecho de carne humana.

El clip había sido compilado por uno de los expertos de Hawat, y Paul se sintió turbado por las referencias a sí mismo que contenían.

Así que es eso lo que esperan, pensó.

Kwisatz Haderach. Los recuerdos despertaron de nuevo en él la sensación de una terrible finalidad, poblando aquel extraño mundo de impresiones que aún no conseguía comprender.

—La respuesta de tu madre no debe ser una acción.

De este modo, si me ocurriera algo, tú podrías decirle la verdad… que nunca he dudado de ella, ni siquiera por un instante. Quiero que lo sepa.

Paul contempló la espalda de su padre, notando la fatiga en la curva de su cuello y hombros y en la lentitud de sus movimientos.

La melancólica degeneración de las Grandes Casas ha terminado quizá por alcanzarme.

—No hay nada que consiga tanta lealtad hacia un líder como su aire de bravura —dijo el Duque—. Yo siempre he cultivado en mí un aire de bravura.

Los hombres te siguen por su propia voluntad y te quieren.

Arrakis nos obliga a ser morales y éticos.

Aquí, debemos obtener el poder del desierto. Esta es tu herencia, Paul. ¿Qué será de ti si a mí me ocurre algo? No tendrás una Casa renegada, sino una Casa de guerrilleros… perseguida, cazada.

Paul buscó palabras para responder, pero no encontró ninguna. Jamás había visto a su padre tan abatido.

Las palabras de su padre le parecían fútiles, llenas de un fatalismo que causaba en el muchacho una sensación de vacío en el pecho.

Ese filmclip… te llaman «Mahdi»… «Lisan al-Gaib»… como último recurso, podrías utilizar incluso esto.

Capítulo 15

Se lleva a cabo el encuentro con el planetólogo/ecólogo Kynes, el Liet; en el campo de aterrizaje de Arrakeen se encuentran, se ajustan los destiltrajes, abordan los respectivos ornitópteros, van el duque Leto, el planetólogo Kynes, el maestro de armas Gurney Halleck, el heredero ducal Paul, y demás escolta; vuelan más allá de la Muralla Escudo hasta el sitio donde hay un tractor extrayendo especia, sobrevuelan, hablan, observan la operación, ven al gusano distante acercándose, ejecutan la maniabra de rescate requerida ante la amenaza del gusano y la falta del ala de acarreo.

Se vanagloriaba de ser un científico, para el cual las leyendas eran tan sólo otros tantos interesantes indicios que revelaban las raíces de una cultura.

Tenía «los ojos inquisitivos» y el aire de «reservado candor».

Pero el joven cuerpo emanaba un sentido de mando, una seguridad en el porte, como si tuviera el poder de distinguir y reconocer a su alrededor muchas cosas que eran invisibles para los demás.

«El Mahdi conocerá cosas que los demás no sabrán ver», rezaba la profecía.

Mientras se acercaban a la solitaria figura de pie junto al ornitóptero, Leto no había dejado de estudiarla: alta, delgada, revestida con las amplias ropas del desierto, destiltraje y botas bajas. El hombre había echado hacia atrás la capucha, y su velo colgaba a un lado, revelando unos largos cabellos color arena y una corta barba. Sus ojos eran inescrutables bajo sus espesas cejas, azul sobre azul. Rastros de manchas negras marcaban aún sus párpados.

Hijo, este es el Árbitro del Cambio, el juez de las disputas, el hombre que tiene la misión de procurar que sean cumplidas todas las formalidades en nuestra toma de posesión sobre este feudo.

Paul había examinado brevemente a Kynes con los binoculares, observando la boca delgada y recta, la frente alta.

—Un tipo extraño. Habla de un modo preciso: claramente, sin ambigüedades, como cortando las palabras con una navaja.

—Nunca habléis de probabilidades en Arrakis. Hablad tan sólo de posibilidades.

—«El regalo es la bendición de quien lo hace» —dijo.

—Muchos de los nativos del desierto son supersticiosos. No les prestéis atención.

Y por sus maneras, Kynes parecía un hombre orgulloso, habituado a la libertad, con su lenguaje y sus modales sujetos tan sólo por su propia suspicacia.

La observación de Paul había sido directa y pertinente.

Sé perfectamente qué garganta sería cercenada si os ocurriera algo mientras estáis a mi cuidado.

—Ciertamente —dijo Kynes. Metió la mano bajo la ropa para comprobar las fijaciones de los hombros, hablando mientras examinaba el conjunto—. Básicamente es un tejido de varias microcapas… un filtro de alta eficacia y un sistema de intercambio de calor. —Ajustó las fijaciones de los hombros—. La capa en contacto con la piel es porosa. La transpiración pasa a través, refrescando el cuerpo… un proceso normal de evaporación. Las otras dos capas… —Kynes apretó el pectoral—… contienen filamentos de intercambio de calor y precipitaciones de sal. La sal es así recuperada.

—Los movimientos del cuerpo, especialmente la respiración —dijo— y alguna acción osmótica, proveen al cuerpo de la energía suficiente para el bombeo. —Alargó ligeramente el pectoral—. El agua recuperada circula y termina yendo a parar a los bolsillos de recuperación, de donde uno puede aspirarla a través de este tubo fijado al lado de vuestro cuello.

—La orina y las heces son procesadas en el revestimiento de los muslos —dijo, alzándose, tendiendo una mano hacia la fijación del cuello y levantando una sección cuadrada—. En pleno desierto, deberéis llevar este filtro sobre el rostro y estos tampones fijados a estos tubos en la nariz. Se inspira a través del filtro, con la boca, y se expira a través de la nariz. Con un traje Fremen en buenas condiciones, no perderéis más de un dedal de humedad al día… aunque os perdierais en el Gran Erg.

En su consciencia sabía absolutamente que nunca antes de ahora se había enfundado un destiltraje. Y sin embargo, cada movimiento mientras se lo ajustaba bajo la torpe dirección de Gurney le había parecido natural e instintivo.

—Esto… me ha parecido que era el modo correcto de ponérmelas.

Y Kynes se frotó la barbilla, pensando en la leyenda: Conocerá vuestras costumbres como si hubiera nacido entre vosotros.

pero en el desierto la mayor parte de los Fremen prefieren frotarse las manos con el jugo de las hojas del arbusto creosota. Esto inhibe la transpiración.

vorágines de rocas torturadas, manchas amarillas y pardas marcadas por negras grietas.

Kynes, sentado inmóvil, pensaba en toda aquella carne repleta de agua que había sentido bajo los destiltrajes.

Aquella gente sorprendía a Kynes con su mezcla de delicadeza y de fuerza. Poseían una cualidad elusiva que los hacía completamente distintos de los Harkonnen.

—Consisten principalmente en la biología y la botánica de las tierras áridas… un poco de geología, perforaciones de la corteza y algunos experimentos. Uno nunca puede agotar las posibilidades de todo un planeta.

—Detecto una nota de amargura en vuestra voz, señor.

—¡Arrakis podría ser un Edén si sus gobernantes se preocuparan de otras cosas además de la especia!

—¿Queréis decir robar el agua de los demás? —preguntó Paul. La idea le parecía ultrajante, y el temblor de su voz traicionó su emoción.

—A esta altura no es arena, sino tan sólo polvo —dijo Kynes—. Los principales peligros son la falta de visibilidad, la turbulencia y las válvulas de aspiración, que se ven cegadas.

—Probablemente se trata de un águila —dijo Kynes—. Buen número de criaturas se han adaptado a este lugar.

El timbre de la voz de Kynes atrajo la atención de Paul. Notó que sus sentidos se alertaban de acuerdo con el adiestramiento que había recibido.

Hemos encontrado rastros de ácido clorhídrico en sus conductos, e incluso formas más complicadas de ácidos en otros lugares.

Exceptuando las atómicas, no conozco ningún explosivo lo suficientemente potente como para destruir por completo un gusano.

Y pensó: Si hay una relación entre la especia y los gusanos, matar los gusanos podría significar destruir la especia.

La electricidad estática de las tormentas de arena enmascara la mayor parte de las señales. Las transmisiones quedan fuera de uso.

—Nada es un término que cubre mucho territorio.

Hay muchas de estas zonas. Es posible conseguirlo.

—Es un efecto de la compresión de la arena —dijo Kynes—. Incluso los pasos más ligeros la hacen retumbar. Y los gusanos acuden de todas partes.

La nube es arena que es expulsada después de ser centrifugada para extraer la especia. No hay ninguna otra nube que se asemeje a ésta.

Kynes frunció las cejas. El muchacho no dejaba de hacer preguntas de adulto.

Allí donde había señalado el Duque, entre las medias lunas de las dunas que se perdían en el horizonte, se movía una especie de montículo que formaba una línea recta que se perdía en lontananza. A Paul le recordó la estela que deja un enorme pez al nadar rozando la superficie del agua.

Kynes inspiró profundamente.

Kynes dirigió a Halleck una perpleja mirada.

Paul miró hacia abajo, viendo la arena que seguía siendo expulsada por aquel monstruo de metal y plástico a sus pies. Tenía la apariencia de un enorme coleóptero azul y marrón cuyas múltiples patas se agitaban mecánicamente a su alrededor. Vio una gigantesca trompa en la parte anterior, hundiéndose en la oscura arena.

—Cambió el micrófono a su frecuencia personal, y repitió la orden para su escolta aérea; luego pasó el micrófono a Kynes.

Háganlo a suertes o decidan cómo crean mejor quiénes de ustedes van a venir.

Lo siento —mientras Kynes se llevaba a la boca un dedo contuso.

Inmediatamente, sus olfatos fueron asaltados por el olor a canela, denso y penetrante.

Paul miró a la enorme mole del tractor, junto a la cual los tópteros parecían minúsculos mosquitos al lado de un monstruoso escarabajo.

Entonces lo oyeron todos. Era como un frotar rasposo, un crepitar distante que crecía en intensidad.

y pensó: Ese Duque no pierde nunca los nervios.

Un enorme agujero se formó en la arena. La luz del sol brilló en las paredes blancas y lisas. El orificio, estimó Paul, tenía al menos el doble de diámetro que la longitud del tractor. Miró fascinado la máquina girando en aquella abertura, en el corazón de una auténtica tormenta de polvo y arena. El agujero volvió a cerrarse.

—Bienaventurado el Hacedor y Su agua —murmuraba Kynes—. Bienaventurada Su llegada y Su partida. Pueda Su paso purificar el mundo. Pueda Él conservar el mundo para Su pueblo.

Kynes se volvió, ceñudo. El hombre intentó esconderse, confuso.

—Cállate, Coss —dijo el hombre alto, el último en salir del tractor—. No haces más que empeorar tu tos.

—Las paredes del orificio son curvadas, y eso hace que las distancias sean engañosas —dijo Kynes.

«El Lisan al-Gaib sabrá ver a través de cualquier subterfugio».

—Cuando Dios ordena a una criatura que muera en un lugar determinado —dijo Kynes sin volverse—, hace de modo que Su voluntad conduzca a la criatura hasta ese lugar.

Este Duque se sentía mucho más preocupado por los hombres que por la especia.

Capítulo 16

El comedor está dispuesto en la gran casa de Arrakeen, el duque Leto supervisa, anula la tradición de los cuencos y toallas de agua, se dirige al Gran Salón a departir con los invitados (su señora dama Jessica, su hijo Paul, el planetólogo Kynes, el maestro de armas Gurney Halleck, el contrabandista Tuek, el banquero agente Harkonnen, el fabricante de destiltrajes piratas y su hija, etc.), luego acuden al comedor a cenar y continúan las discusiones y conversaciones, hacia el final de la cena por un aviso, Leto se retira de la mesa, dejando a cargo a Paul y a Gurney, al rato llega un mensaje tranquilizador de Leto informando que tanto el ala de acarreo como el infiltrado Harkonnen de la tripulación que pretendía venderla en una base de contrabandistas, han sido restutidos.

La grandeza es una experiencia transitoria. Nunca es consistente.

La persona que experimenta la grandeza debe percibir el mito que la circunda. Debe reflexionar qué es proyectado sobre él.

Sin esta cualidad, incluso una grandeza ocasional puede destruir a un hombre.

Típico de un feudo Harkonnen, pensó el Duque. Todas las degradaciones que la mente pueda concebir. Inspiró profundamente, sintiendo que la ira retorcía su estómago.

y pudo observar su reseco rostro parecido a cuero y los ojos azules sobre azul.

El curtido rostro reveló toda una serie de emociones: desesperación, rabia…

Los recuerdos se agitaban en su mente como el murmullo de viejas mujeres desdentadas.

(ascético y ausente, como siempre),

decorativas, perfectas hasta el mínimo detalle, una extraña mezcla de virtud intocable y de sensualidad.

Comprendió que ella quería reprocharle así, de aquella sutil manera, la reciente frialdad de su actitud.

Pero Paul las trataba a todas por igual, con una noble reserva.

No eran más que máscaras baratas aplicadas sobre pensamientos infectos, voces chillonas que se alzaban para intentar dominar el profundo silencio que reinaba en sus pechos.

Estoy de mal humor, pensó Paul,

Leto percibió la repentina untuosidad de la voz del hombre, notó el silencio del grupo, observó que todas las cabezas en la sala se volvían hacia ellos.

El hombre estaba contemplando a Jessica. Su semblante estaba transfigurado… como un hombre enamorado… o presa de un trance religioso.

«… el camino más corto». En la antigua lengua, estas palabras podían ser traducidas como «Kwisatz Haderach».

El Duque observó hasta qué punto aquellas palabras alteraron a Kynes, que se irguió y abandonó bruscamente a la dama y su frívola conversación.

Nada impresiona más que estas formas de reunión social.

He oído decir que sólo un loco aceptaría aventurarse en el desierto con uno de sus trajes.

Entraron en el comedor, y ella se soltó de su brazo, y Leto la ayudó a sentarse.

Un silencio embarazado reinó alrededor de la mesa.

Las sombras jugaron con los rasgos de halcón del Duque.

café con melange (el intenso olor a canela de la especia invadió la mesa)

el pálido y austero representante del Banco de la Cofradía (que parecía un espantapájaros, con los ojos fijos en Leto)

La pérdida de aquel tractor le ha afectado más profundamente de lo que debiera.

Estudiaremos en primer lugar cómo separar estos elementos para su análisis: primero, por los esquemas de interrogatorio que revelan la orientación interna de los interrogadores; segundo, por el examen atento del modo como piensan y se expresan los sujetos bajo análisis.

Va a llevar la conversación a temas aparentemente banales, pero con implicaciones amenazadoras, se dijo. Ese es su esquema de acción.

Todos nuestros pájaros, por supuesto, son carroñeros, y muchos pueden vivir sin agua porque son bebedores de sangre.

—Oh, Suu-Suu, decís las cosas más disgustantes —exclamó.

El banquero se envaró y miró ceñudamente al Duque.

La sangre es una fuente de energía muy eficiente.

Son gente valerosa que sabe cuándo hay que defender el honor.

—Libremente dadas, libremente aceptadas

Y se dio cuenta de que había una predisposición al homicidio en el comportamiento de Kynes. Podía matar fácilmente, y adivinó que esta era una característica de los Fremen.

vida vegetal desarrollada e importantes fuentes de anhídrido carbónico provenientes de fenómenos como los volcanes.

Se dirigió a la compañera del fabricante de destiltrajes, una mujer pequeña de cabello oscuro, rostro de muñeca y ojos ligeramente estrábicos.

Y Jessica notó con orgullo la dignidad de su hijo, su madura seguridad en sí mismo.

—¡Qué interesante forma de morir! —murmuró la joven.

La sonrisa de Paul se endureció.

Para el joven Paul Atreides; un muchacho aún por su aspecto, pero un hombre por sus actos.

—En nuestra sociedad, la gente no debería sentirse ofendida tan pronto. A veces es un suicidio.

pero sospecho que se trata tan sólo de la invención imaginativa de algún trovador en busca de letra para una canción.

Y pensó: «Eso es lo que se dice…». Qué curioso amaneramiento el que hay en su forma de expresarse. Si supieran hasta qué punto revela esto su dependencia de las supersticiones…

«La educación viene de las ciudades, la sabiduría del desierto»

La gente tiene tantas esperanzas de que los Atreides traigan consigo paz y prosperidad…

El fabricante de destiltrajes era un pequeño y atemorizado arribista que podía ser comprado.

Una explosión láser-escudo tenía una peligrosa variante, ya que podía revelarse más potente que una explosión atómica o podía matar tan sólo al tirador y a su blanco.

Capítulo 17

En la madrugada, estando en su cama en sus habitaciones de la casa de Arrakeen, dama Jessica oye un fuerte y confuso tumulto en el Gran Salón, acude, es Duncan Idaho borracho, hay presentes guardias, la Shadaout Mapes y llega el Dr. Yueh, Idaho acusa a Jessica de espía Harkonnen, Jessica se enfurece y solicita la presencia del anciano mentat Thufir Hawat en sus habitaciones/aposentos, a donde se dirige para esperarlo. Jessica y Hawat dialogan, expresan sus sospechas/suspicacias mutuas, con la manipulación/técnica Bene Geserit, la bruja logra/provoca/alcanza el shock en el mentat.

La cabeza del hombre basculaba hacia adelante.

—Mapes, tráele un estimulante. Sugiero cafeína. Quizá quede todavía un poco de café de especia.

Idaho volvió penosamente su cabeza hacia Jessica, en un ángulo absurdo.

—¡El buen doc… tor! —hipó Idaho—.

—¡… podrida como el resto en este lugar! Mal… dito sol… tan brillante. Nada tiene buen co… color. Todo está deformado y…

Yueh se envaró y se volvió hacia Jessica.

Tuvo que recurrir a lo más profundo de su adiestramiento Bene Gesserit para calmar su pulso y controlar su respiración.

El guardia tragó saliva.

Jessica sonrió agriamente.

Le palmeó el brazo para atemperar la aspereza de su orden—.

Jessica permaneció inmóvil en medio de la estancia, mirando furiosamente las ventanas protegidas con escudos de su salón.

Y se dispuso a esperar a la Manera Bene Gesserit, acumulando paciencia y reservando sus fuerzas.

Los viejos ojos acuosos de Hawat brillaban.

Hawat se levantó a medias de su asiento, con su rostro oscurecido por la ira.

¿Debo hablarle de la hija del Duque que llevo en mi seno desde hace unas semanas?

—Sabéis que no poseo el oído —dijo Hawat.

Hawat se removió en su asiento.

—Mi Dama coloca a su servidor en una posición imposible. Mi lealtad va ante todo hacia el Duque.

¿Cuál es el problema con Duncan y los otros? Puedo decíroslo en cuatro palabras: no tienen un hogar.

Hawat se envaró.

¿Es derrotismo o traición por parte de un doctor diagnosticar correctamente una enfermedad? Mi única intención es curar esta enfermedad.

¿Debo administrarle un shock?, se dijo. Necesita una sacudida, algo que consiga sacarle de la rutina.

El rostro del hombre se oscureció.

Ahora el hombre estaba abiertamente furioso: su respiración agitada, las ventanas de su nariz dilatadas, su fija mirada le traicionaban. Percibió el rápido pulsar de una vena en su sien.

Quizá corran el riesgo de introducir en secreto algunos láser con mecanismos de tiempo conectados a los escudos de la casa.

—Vos sois un hombre del Duque —comentó burlonamente ella—. ¿Le destruiríais en vuestro esfuerzo por salvarle?

Simplemente pongo en evidencia el hecho de que alguien nos está atacando a través de las posiciones básicas de nuestras vidas. Es astuto, diabólico.

El ser humano natural es un animal de lógica. Vuestra proyección de la lógica en todos los asuntos es innatural pero es tolerada porque es útil. Vos sois la personificación de la lógica… un Mentat.

—Podéis aplicar vuestra lógica a cualquier cosa que esté fuera de vos —dijo Jessica—. Pero es una característica humana el que cuando nos enfrentamos con nuestros problemas personales, las cosas más profundamente íntimas son las que mejor resisten el examen de nuestra lógica. Tendemos a buscar las causas a nuestro alrededor, acusando a todo y a todos, salvo la cosa bien real y profundamente enraizada en nosotros que es nuestra auténtica finalidad.

—Los mejores Mentat conservan un saludable respeto hacia los factores de error en sus cálculos —dijo ella.

—Entonces, estudiad esos síntomas que ambos hemos observado: la embriaguez entre nuestros hombres, las disputas… cómo intercambian vagos rumores sobre Arrakis, cómo ignoran los más simples…

—Se aburren, eso es todo —dijo él—. No intentéis distraer mi atención presentándome un simple hecho banal como algo misterioso.

Ella lo miró, pensando en los hombres del duque que, en sus barracones, rumiaban sus aflicciones hasta tal punto que la tensión llegaba hasta el castillo casi como un aislante quemado. Se están volviendo como los hombres de las leyendas pre-Cofradía, pensó. Como los hombres de aquel perdido explorador estelar, Ampoliros… enfermos a fuerza de sujetar las armas… siempre buscando, siempre preparados y nunca dispuestos.

No me dejo engañar por lo que vuestras escuelas declaran en público, que existís tan sólo para servir.

—No tengo ninguna confianza en vuestras motivaciones Bene Gesserit —dijo Hawat—. Creéis que podéis leer en el interior de un hombre; tal vez penséis que podéis empujar a un hombre a hacer exactamente lo que vos…

Y pensó: ¿Por qué permito que el orgullo me haga decir tales palabras? Esta no es la manera en que fui adiestrada. No es así como puedo ocasionarle un shock.

No lleva escudo, pensó. ¿Acaso es una bravata? Podría matarla ahora… pero, ah… ¿Cuales serían las consecuencias si estoy equivocado?

—Roguemos porque la violencia nunca sea necesaria entre nosotros.

—Una loable plegaria —asintió él.

—El rey vuelve a estar ahogado —dijo él.

Seguramente lo intentan, pero saben que las Bene Gesserit constituyen un blanco difícil.

El viejo Mentat casi se dejó caer hacia atrás sobre su asiento, sintiendo que de repente sus músculos lo traicionaban.

Ella sonrió sin alegría.

Hawat intentó deglutir sin conseguirlo. La intimación de Jessica había sido regia, perentoria, restallando en un tono y una manera completamente irresistibles. Su cuerpo había obedecido aún antes de que pudiera pensar en ello. Nada hubiera podido impedir su reacción de respuesta, ni la lógica, ni el más apasionado furor… nada. Y todo aquello recelaba en ella un conocimiento profundo, sensible, de la persona a la que se había enfrentado, un control tan completo que jamás lo hubiera creído posible.

Se estremeció ante el recuerdo de cómo lo había dominado.

¿Es cierto entonces que cada ser humano es víctima de esta ceguera?, pensó. ¿Es posible que cada uno de nosotros pueda ser manipulado de esta forma sin poder resistirse? Esta idea lo asombró. ¿Quién podría detener a una persona dotada de tal poder?

«Qué fácil sería para ella fabricarse un instrumento humano para hundirlo en las entrañas del enemigo»

Nosotras no queremos esto, Thufir. No queremos destruirnos a nosotras mismas. —Asintió con la cabeza—. Sí, realmente, sólo existimos para servir.

—Sois tenaz —dijo ella.

—Prudente —observó él—, y consciente de la posibilidad de error.

—Entonces os voy a hacer otra pregunta: ¿qué significa para vos el encontraros ante otro ser humano, y saberos atado y sin posibilidades de defensa, mientras el otro tiene un cuchillo apuntando a vuestra garganta… y este, en vez de mataros, os libera de vuestras ligaduras y os ofrece el cuchillo para que lo uséis contra él?

El viejo Duque había dado la espalda a los cuernos, con la capa llameantemente doblada en su brazo, mientras las aclamaciones resonaban en las tribunas.

Yo soy el toro y ella el matador, se dijo Hawat.

Y supo entonces que, ocurriera lo que ocurriese, nunca olvidaría aquel instante, y que la suprema admiración que experimentaba por Dama Jessica nunca disminuiría.

Capítulo 18

El duque Leto es atentado con un aguja con droga paralizante disparada por el Dr. Yueh; días después del banquete, antes del amanecer, encontrándose Leto en un salón de su casa en Arrakeen, cavilando una misteriosa nota dejada por un mensajero Fremen a uno de los guardias exteriores, decide desplazarse hacia el ala ocupada por su familia y consultar el asunto con su señora dama Jessica, pero en el camino por uno de los corredores lo interrumpe un extrañlo gemido, está sin el escudo, al investigar encuentra el cadáver del contrabandista Tuek, y más adelante al ama de llaves Fremen Mapes herida, finalmente él mismo es disparado por Yueh, quien le revela sus planes de eliminar al barón Harkonnen utilizándolo a él como arma.

Echó hacia atrás un mechón de cabellos de su frente, y suspiró. El efecto de las píldoras anti fatiga comenzaba a disiparse.

Aquel extraño sonido le había hecho estremecer.

Sus ojos sin vida reflejaban una vacía oscuridad.

Leto apoyó los dedos en sus sienes. Ningún latido.

Su mente era un torbellino.

Fue a levantarse. Un sexto sentido le advirtió. Llevó una mano al conmutador del escudo… demasiado tarde. Un violento golpe hizo caer su brazo hacia el costado. Sintió el dolor, vio la aguja que surgía en su manga, notó la parálisis difundiéndose a lo largo de su brazo. Hizo un agonizante esfuerzo por levantar la cabeza y mirar hacia el otro extremo del corredor.

El rostro de Yueh estaba lleno de tristeza cuando se inclinó sobre él y tocó la frente de Leto. El Duque descubrió que aún podía sentir el contacto pero que este era remoto… apagado.

Leto miró a Yueh y captó la locura en los ojos del hombre, la transpiración goteando a lo largo de su frente hasta su mentón.

Pero un ataque puede asumir las formas más extrañas.

Mi pobre Wanna me ha enseñado muchas cosas, y una de ellas es la certeza de la verdad cuando la tensión es grande.

La boca de Leto se movió sin que ningún sonido surgiera de ella.

—Haciendo creer que han muerto, y llevándolos secretamente con gente que saca un cuchillo al solo nombre de los Harkonnen, que odian a los Harkonnen hasta el punto que quemarían las sillas donde se ha sentado un Harkonnen o esparcirían la sal por donde ha caminado un Harkonnen.

Capítulo 19

Dama Jessica se despierta en una habitación a oscuras, atada y amordazada, resulta ser la habitación del sótano usada por Paul, ha sido capturada, llega el Barón Vladimir Harkonnen con unos subalternos, conversa con Jessica y el mentat asesino/degenerado Piter de Vries; al final Piter acepta el ducado, y llevan a Jessica y a Paul al desierto, ahí los capturados se libran de sus guardias captores, pero quedan por lidiar con la escapatoria de mercenarios Harkonnen.

Debería existir una ciencia del descontento. La gente necesita tiempos difíciles y de opresión para desarrollar sus músculos físicos.

No comprendía por qué su mente y su cuerpo estaban tan entumecidos. Su piel se estremeció ante el miedo que corría a lo largo de sus nervios.

Probó las ligaduras, dándose cuenta de que eran fibras de krimskell, que se apretarían cada vez más a medida que intentara tirar de ellas.

Había perdido la consciencia, hundiéndose en un negro abismo de terror.

Ha ocurrido, pensó. Cuán simple ha sido vencer a una Bene Gesserit. Ha bastado la traición. Hawat tenía razón.

Jessica apartó de sí el recuerdo del terror. Debo permanecer tranquila, alerta y preparada. Podría presentarse una única oportunidad. Se obligó nuevamente a mantener su calma.

Los latidos de su corazón se hicieron más lentos y regulares, marcando tiempo. Contó hacia atrás.

Se relajó en el frío suelo, probando las reacciones de su cuerpo.

—Estáis despierta —dijo una voz de bajo—. No finjáis.

Miró al Barón. Llevaba una capa amarilla deformada por los suspensores portátiles. Sus gruesas mejillas de querubín estaban coronadas por dos ojos negros parecidos a los de una araña.

¿Cómo es posible?, pensó. Tendrían que conocer mi peso exacto, mi metabolismo, mi… ¡Yueh!

y su nombre: Piter de Vries, el Mentat-Asesino. Lo estudió: facciones de halcón, ojos azul oscuro que sugerían que era nativo de Arrakis, pero las sutiles diferencias en sus gestos y en sus movimientos lo desmentían. Su carne estaba demasiado llena de agua. Era alto, delgado, y vagamente afeminado.

Su voz era de tenor. Jessica sintió un toque de helor en su espina dorsal. Nunca antes había oído una voz tan fría. Para una Bene Gesserit aquella voz gritaba: ¡Asesino!

Luego rectificó. El Barón no podía leer aquella sonrisa. No poseía el Adiestramiento.

La voz de tenor había perdido parte de su fría reserva.

En alguna parte de su mente, muy profundo, se alzó un silencioso lamento.

—Compréndete a ti mismo, Piter. La quieres porque era la mujer de un Duque, el símbolo de su poder… hermosa, útil, exquisitamente adiestrada para su papel. ¡Pero todo un ducado, Piter! Esto es mucho mejor que un símbolo; es una realidad. Con él podrás tener todas las mujeres que quieras… y más aún.

El Barón se volvió con aquella ligereza de bailarín que le daban los suspensores.

Llevadlos al desierto, tal como sugirió el traidor para el muchacho. Su plan es bueno. Los gusanos destruirán toda evidencia. Sus cuerpos nunca serán hallados.

Jessica captó el severo control Mentat en la voz de Piter. Él también teme a la Decidora de Verdad.

Jessica escuchaba, observando, registrando. Pero la mordaza le impedía usar la Voz, y además había que tener en cuenta al sordo.

Su rostro estaba a no más de diez centímetros del suyo, con los ojos cerrados y respirando regularmente.

Había utilizado la respiración controlada para calmar su mente, sin dejar de escuchar a sus captores.

Una boya suspensora raspó contra el quicio.

—Ahhh… —el hombre hizo una seña a su compañero, señalándose la oreja—. Una de esas, ¿eh? Ya veo lo que quieres decir.

Caracortada, el sordo que había sido llamado Kinet, ocupó su lugar delante. El que había conducido la litera, que había sido llamado Czigo, dio la vuelta al aparato y ocupó el otro asiento delantero.

Puede verme bien, pensó Jessica.

—¡Hey! —el piloto se echó a reír—. El cachorro ladra. Pero de todos modos no puede morder.

Y Jessica pensó: Paul da un tono demasiado agudo a su voz. Pero de todos modos podría funcionar.

Jessica vio que Paul iniciaba sus ejercicios respiratorios para recuperar el dominio de sí mismo. Cerró sus ojos, los volvió a abrir. Jessica lo miró, impotente para ayudarle. Todavía no tiene el pleno dominio de la Voz, pensó. Si fracasa…

Czigo paró los rotores de las alas. El silencio flotó sobre ellos. Jessica volvió la cabeza. En el exterior, más allá de Caracortada, la débil luz de la luna bañaba una cresta rocosa color de hielo clavada en las arenosas dunas.

Jessica sintió las palabras rodar por el aire. El tono, el excelente timbre… imperativo, cortante. Un poco menos agudo hubiera sido aún mejor, pero de todos modos había alcanzado el espectro auditivo del hombre.

Vio que la tensión entre ambos aumentaba, y supo que en aquel instante estaban convencidos de la necesidad de pelear para obtenerla. Su desacuerdo no necesitaba otras razones. En sus mentes ya peleaban por obtenerla.

Paul apretó los labios, obligándose a permanecer en silencio. Había utilizado su única oportunidad de servirse de la Voz. Ahora… todo dependía de su madre, cuya experiencia era mucho mayor que la suya.

La puntera golpeó la parte blanda del abdomen de Czigo exactamente bajo el esternón, percutió con una terrible fuerza contra el hígado y a través del diafragma, y terminó en el ventrículo derecho del corazón del hombre.

Lástima de humedad, pensó, y se dijo que aquel era un pensamiento arrakeno.

Capítulo 20

El traidor Yueh y el Sardaukar enviado del imperio vestido de Harkonnen hablan, Mapes y Leto yacen, la una muerta el otro inconsciente, luego Yueh esconde el sello ducal en el tóptero para Jessica y Paul.

Arrakis enseña la actitud del cuchillo… cortar lo que es incompleto y decir: «Ahora ya está completo porque acaba aquí».

—Tú eres Yueh —dijo el hombre. Miró especulativamente el anillo de la Escuela Suk que recogía el cabello del doctor, echó una ojeada al tatuaje diamantino de su frente y luego clavó sus ojos en los de Yueh.

—Sólo inconsciente. Aconsejo que sea atado.

Los guardias Harkonnen le apuntaron con sus armas cuando salió por la puerta principal a la noche iluminada por las llamas. Las palmeras a lo largo de la calle habían sido incendiadas para iluminar la casa. El negro humo de las sustancias inflamables usadas para prender los árboles reptaba entre las llamas anaranjadas.

El terror contrajo sus vísceras.

Le será negado a mi acto incluso el más pequeño alivio.

Bruscamente, Yueh se sintió perdido en aquel lugar de destrucción, sin que nada le fuera perdonado, sin que le fuera concedida la menor piedad.

Aunque se hayan aprovechado de mí, me desprecian, pensó Yueh. Se irguió mientras lo empujaban, recobrando algo de su dignidad.

Rápidamente, con creciente ansia, Yueh se dirigió al patio detrás del invernadero, donde esperaba el tóptero…

Capítulo 21

El Barón Vladimir Harkonnen en el transporte ligero/fragata usada como puesto de mando, observa en el exterior en la llameante noche en Arrakis en la lejana Muralla Escudo cómo el retumbar de la artillería en esta época de escudos sitia a los Atreides; llega el mentat Piter de Vries con un drogado duque Leto, el traidor Yueh también está presente, lo matan, Vladimir intenta interrogar a Leto infructuosamente, a cambio Leto rompe la cápsula con gas venenoso que Yueh le había alistado en un diente matando a Piter, a Umman Kudu y a otros tantos Harkonnen, llega el coronel sardaukar del imperio Bashar, pide rendición de cuentas a Vladimir, éste ordena al nuevo capitán de la guardia Iakin Nefud que conduzca a Bashar al comedor para que aprecie la escena, Vladimir se queda solo, pide comida y diversión.

¿Quién habría pensado en hacer revivir la artillería en estos días de escudos?, pensó con una risita mental.

Ajustó uno de los pequeños suspensores que protegían su grueso cuerpo de los tirones de la gravedad. Una sonrisa curvó su boca, formando arrugas en sus gruesas mejillas.

Había que hacer correr a los conejos para que se escondieran en sus madrigueras. De otro modo, ¿cómo podrían ser dominados y criados? Imaginó a sus soldados como abejas haciendo correr a los conejos. Y pensó: El día está repleto de un dulce zumbido cuando hay tantas abejas trabajando para ti.

Al otro lado de la puerta se movían más hombres, su guardia, cuyos rostros adoptaban prudentemente la expresión de carneros en su presencia.

Pero antes, de todos modos, deberá hacerse odiar por el pueblo de Arrakis. Y entonces… acogerán a mi querido Feyd-Rautha como a un salvador.

El Barón dirigió su atención hacia el capitán de su guardia: Umman Kudu, una mandíbula firme, unos músculos faciales tensos, un mentón como la puntera de una bota… un hombre en el que se podía confiar ya que sus vicios eran bien conocidos.

El bigote casi le cubría los empurpurados labios. Sólo sus viejos ojos parecían vivos.

Los azules ojos de Piter destellaron con una fría mirada. Su movimiento fue fluidamente felino. El cuchillo brilló como una garra en su mano antes de hundirse en la espalda de Yueh.

Yueh permaneció en pie, vacilante. Sus labios se movieron con lenta precisión, y su voz resonó con una extraña cadencia:

Cayó. Sin doblarse ni derrumbarse. Cayó como un árbol cortado por su base.

Los ojos del Duque eran vidriosos, su mirada la de un loco.

La voz era muy lejana. Leto podía sentir las cadenas, el dolor en los músculos, sus labios cortados, sus ardientes mejillas, el áspero sabor de la sed que resonaba como un desafío en su boca. Pero los sonidos le llegaban blandos, como a través de una espesa capa de algodón. Y sólo podía distinguir formas inciertas a través de esta capa.

Se sentía irritado al no poder tratar privadamente el asunto, sólo entre ellos dos. Que otros pudieran ver a un noble en tales condiciones… esto creaba un pésimo precedente.

Piter usará métodos simples y directos. Yo también estoy de acuerdo en que a veces son los mejores, pero no está bien que tú te tengas que ser sometido a esas cosas.

—Sebo hirviendo en la espalda, quizá, o en los párpados —dijo Piter—. O tal vez en otras partes del cuerpo. Es especialmente efectivo cuando el sujeto no sabe en qué punto será aplicado el sebo la próxima vez. Es un buen método, y hay una cierta belleza en el diseño de las ampollas que se forman en la piel, ¿no, Barón?

Leto recordó de pronto una cosa que Gurney Halleck había dicho una vez, viendo un retrato del Barón: «E, inmóvil sobre la playa, vi a una monstruosa bestia surgir del mar… y en su cabeza vi estampado el nombre de la blasfemia».

Los sonidos de rana tras la puerta se interrumpieron bruscamente.

Era ya tiempo de dejar de contemporizar con aquel idiota estúpido del Duque, que no quería darse cuenta de lo cerca de él que estaba el infierno… sólo al espesor de un nervio de distancia.

¡También le he cogido a él!

Leto sintió sus recuerdos girar en su mente… parecidos a murmullos de viejas desdentadas.

Su mente era un pozo sin fondo, recogiéndolo todo. Todo aquello que siempre había existido: cada grito, cada susurro, cada… silencio.

El día modela la carne y la carne modela el día.

El pensamiento lo golpeó con un sentimiento de plenitud que supo que nunca podría explicar.

La muerte y la advertencia que había leído en los rasgos de un hombre moribundo… esto le había salvado la vida.

Un hombre apareció por esa esquina, con la máscara antigás colgando de su cuello, sus ojos fijos en los detectores de veneno alineados en el corredor. Tenía cabellos rubios, rostro aplanado y ojos verdes. Finas arrugas partían de su boca de gruesos labios. Hacía pensar en alguna criatura acuática perdida por algún extraño motivo entre los animales terrestres.

Iakin Nefud. Cabo de la guardia. Nefud era adicto a la combinación de música y semuta, que actuaba en los más profundos estratos de la consciencia. Este era un precioso dato de información.

No ha escapado ni un átomo de gas.

El Barón no consiguió situar el rostro del coronel Bashar: delgado, con la boca parecida a una hendidura hecha en el cuero y unos ojos como manchas de tinta.

El coronel Bashar se plantó a un paso del Barón, con las manos en las caderas. Los guardias se inmovilizaron detrás de él, indecisos.

El coronel Bashar permaneció inmóvil frente al Barón. Ni un parpadeo, ni el menor estremecimiento de ninguno de sus músculos indicaron que se había dado cuenta de que había sido despedido.

El Barón alzó los ojos al techo, fingiendo exasperación, mientras sus pensamientos galopaban.

—dijo el Barón, y miró a los ojos de obsidiana del Sardaukar—.

Lentamente, insolentemente, el Sardaukar rodeó al Barón y se abrió camino entre los guardias.

Insufrible, pensó el Barón.

El Barón se mordió el labio inferior, consolándose con la idea de que al menos el Emperador no estaba al corriente de la incursión de los Atreides sobre Giedi Prime, y de la destrucción de los almacenes de especia que los Harkonnen tenían allí.

Debo enviar inmediatamente a alguien a Tleilax para buscar un nuevo Mentat.

Capítulo 22

Paul y su madre dama Jessica se refugian en una destiltienda proveída por la Fremochila del tóptero; Paul percibe su nueva consciencia, ve el tiempo, dialoga con Jessica.

Escondiéndome como un chiquillo ahora que soy el Duque, pensó Paul. Aquel pensamiento lo irritaba, pero no podía negar que esconderse era por el momento lo más seguro.

Algo había ocurrido con su percepción aquella noche; veía con absoluta claridad todas las circunstancias y los acontecimientos en torno suyo. Se sintió incapaz de asimilar el flujo de datos, pero con fría precisión, cada nuevo elemento encajaba en sus conocimientos y los cálculos parecían concentrarse en su consciencia. Tenía el poder de un Mentat, y más aún.

Paul pensó en el momento de impotente rabia cuando aquel extraño tóptero surgió de la noche planeando hacia ellos,

He actuado sin maldad y sin esperanzas de ser comprendido. Ha sido mi tahaddi al-burham, mi última prueba.

Recordando la misiva, Paul revivió su angustia en aquel momento… algo agudo y extraño que parecía manifestarse en el exterior de su nueva agilidad mental.

Quería a mi padre, pensó Paul, y sabía que era cierto. Tendría que llorar por él. Debería sentir algo.

Pero no sentía nada, excepto: Es un hecho importante.

Las palabras de Halleck volvieron a Paul: «El humor es algo para el ganado, o para hacer el amor. Uno combate cuando es necesario, no cuando está de humor».

Intuyó que su nueva percepción era tan sólo un inicio, y que iría en aumento. La impresión de una terrible finalidad, que había experimentado por primera vez durante su confrontación con la Reverenda Madre Gaius Helen Mohiam, lo aferró de nuevo.

¿Esto es lo que significa ser el Kwisatz Haderach?, se maravilló.

Jessica percibió una acerada dureza en su voz, un tono de mando, y lo miró en la gris oscuridad de la destiltienda.

La gente es la verdadera fuerza de una Gran Casa, pensó Paul. Y recordó las palabras de Hawat: «Dejar a los amigos resulta triste. Pero un lugar es sólo un lugar».

Sintió que la mente del muchacho había rebasado la suya, y que él ahora veía mucho más lejos que ella.

Sus pensamientos giraron, buscando desesperadamente el refugio que para ella había sido siempre el Duque, y las lágrimas inundaron sus ojos.

Esta hija es sólo una vida que intenta alcanzar el futuro en un presente de muerte. La he concebido por instinto y no por obediencia.

La mente sigue trabajando hagamos lo que hagamos para detenerla, pensó Jessica.

—Son Sardaukar —dijo la voz—. Cuidado con los Sardaukar vestidos con uniformes Atreides. Son…

Su mano izquierda se posó en la cerradura a esfínter de entrada de la tienda.

Era tan lenta.

—¡No! —dijo—. ¡Los Fremen! Pagan a la Cofradía su aislamiento, pagan con lo que el poder del desierto pone a su disposición… la especia. No es una respuesta de segunda aproximación, sino la única solución según los cálculos. Piensa en ello.

—Nunca seré un Mentat —dijo él—. Soy algo distinto… un fenómeno.

«Manual de “El Desierto Amigo”, el lugar lleno de vida. Este es el ayat y el burhan de la Vida. Cree, y al-Lat nunca te consumirá».

Vacilando, preocupada aún por la dureza de la voz de su hijo, Jessica volvió al libro y estudió la ilustración de una constelación del cielo de Arrakis: «Muad’Dib: El Ratón», y notó que la cola apuntaba al norte.

Había captado el cambio en su voz, y un soplo helado se aferró a sus vísceras ante aquel sonido. Nunca antes había captado un control tan férreo.

Ella buscó en su interior para acoplar los hechos con los hechos y con los hechos —la manera Bene Gesserit de evaluar datos— y extrajo la respuesta: la sensación de una terrible pérdida. Jessica asintió, incapaz de hablar.

Pero sabía lo que significaba aquel pensamiento… una tentativa de anular el dolor con cólera.

Aquella incapacidad de experimentar dolor le pareció una horrible tara.

https://dle.rae.es/tara tara 1. f. Peso del continente de una mercancía o género, vehículo, caja, vasija, etc., que se rebaja en la pesada total con el contenido. 2. f. Peso sin calibrar que se coloca en un platillo de la balanza para calibrarla, o para realizar determinadas pesadas. 3. f. Defecto físico o psíquico, por lo común importante y de carácter hereditario. 4. f. Defecto o mancha que disminuye el valor de algo o de alguien. 5. f. Caña o palo con cortes que se hacen en ellos para ajustar cuentas.

La mente de Paul siguió funcionando con gélida precisión.

Era como el centro de una esfera a partir del cual las avenidas irradiaban en todas direcciones… pero esto era tan sólo una aproximación a sus sensaciones.

Tenía todo el tiempo para sondear y probar y examinar, pero no tiempo para modelar.

El todo era un espectro de posibilidades desde el más remoto pasado hasta el más remoto futuro… desde lo más probable a lo más improbable. Vio su propia muerte en innumerables versiones. Vio nuevos planetas, nuevas culturas.

Pensó: La Cofradía… este podría ser un camino para nosotros; allí mi rareza sería aceptada como algo familiar de gran valor, siempre que pudiera asegurarla suplementariamente con la ahora necesaria especia.

Y su propia ausencia de dolor… Su mente era como una cavidad profunda separada del resto, continuando implacable su tarea de recibir datos, evaluarlos, calcularlos, rítmicamente, planteándose las preguntas y planteando las respuestas del mismo modo que un Mentat.

¡Soy un monstruo!, pensó. ¡Un fenómeno!

En un destello de claridad, ella captó alguna de las raíces de la pregunta.

—Esperaba lo que esperan todos los padres: que fueras… superior, distinto.

—¡Tú no buscabas un hijo! —dijo él—. ¡Tú buscabas un Kwisatz Haderach! ¡Tú buscabas un macho Bene Gesserit!

—Pero no mi adiestramiento —dijo él—. No las cosas que… han despertado… al durmiente.

—¿Durmiente?

—Está aquí. —Puso una mano en su cabeza y luego en su pecho—. En mí. Y sigue adelante y adelante y adelante y adelante y…

—La especia —dijo él—. Está por todos lados aquí… el aire, el suelo, la comida. La especia geriátrica. Es como la droga de la Decidora de Verdad. ¡Es un veneno!

Ella se envaró.

La voz de Paul descendió hasta un murmullo y repitió:

La especia transforma a cualquiera que la tome aunque sea a pequeñas dosis, pero gracias a ti, yo he vivido esta transformación en plena consciencia. No puedo relegarla al inconsciente, donde su intromisión podría ser sofocada.

Ella percibió la locura en su voz, sin saber qué hacer.

la especia era adictiva. Su cuerpo lo había sabido mucho antes de que su mente lo admitiera.

—Sólo para servir —susurró Jessica, ciñéndose a la divisa Bene Gesserit—. Existimos sólo para servir.

Cada vez le era más difícil dominar su terror ante la cosa extraña en que se estaba convirtiendo Paul.

Este estudió la confusa sombra que era ella, viendo su miedo en cada reacción, con su nueva consciencia, como si se destacara contra una deslumbrante luz. Experimentó hacia ella un inicio de compasión.

todos los velos habían caído, el tiempo se le presentaba en su desnudez.

En el revivir de su experiencia reconoció su terrible finalidad: la irresistible presión de su vida dilatándose como un burbuja siempre en expansión… el tiempo retrayéndose ante aquello…

Los ojos eran pozos sin fondo, la boca una línea dura, las mejillas profundamente hundidas.

Es la expresión de una terrible consciencia, pensó, de alguien obligado al conocimiento de su propia mortalidad.

Arrastramos nuestro pasado con nosotros. Y, madre, hay una cosa que no sabes y que deberías saber… nosotros somos Harkonnen.

He recorrido el futuro. He visto un informe, en un lugar, tengo todos los datos. Nosotros somos Harkonnen.

—Tú eres la propia hija del Barón —dijo él, viendo como llevaba sus manos contra su boca y apretaba fuertemente—. El Barón se dedicó a gozar de muchos placeres en su juventud, y se permitió incluso ser seducido. Pero fue por las necesidades genéticas de la Bene Gesserit, por una de vosotras.

Detalles dispersos de su pasado se unían ahora formando un todo coherente.

¡Gran Madre! ¡Es el Kwisatz Haderach!

Y pensó: Sí, madre… entre los Fremen. Adquirirás ojos azules y una callosidad en tu adorable nariz, donde estará fijado el tubo de tu destiltraje… y darás a luz a mi hermana: Santa Alia del Cuchillo.

Y pensó: Soy una semilla.

Tuvo allí una visión de una religión guerrera, un fuego que se extendía por todo el universo con el estandarte verde y negro de los Atreides tremolando a la cabeza de oleadas de fanáticas legiones ebrias de licor de especia.

Descubrió que ya no podía odiar a la Bene Gesserit, ni al Emperador, ni siquiera a los propios Harkonnen. Todos ellos estaban ligados a la ineluctable necesidad de la raza de renovar su propia herencia dispersa, cruzando y mezclando y refundiendo sus líneas en un gigantesco rebullir genético. Y la raza conocía tan sólo un camino para esto… el antiguo camino que superaba cualquier obstáculo: la Jihad.

No puedo escoger en absoluto este camino, pensó.

Paul alzó los ojos y, a través de la verdosa luminosidad de la tienda, fijó su mirada en los rasgos delicados, patricios, de su rostro.

—Sí —dijo—. Es uno de los caminos. —Asintió—. Sí. Me llamarán… Muad’Dib, «El que señala el camino». Sí… así me llamarán.

Y cerró los ojos, pensando: No, padre mío, no puedo llorarte. Y sintió las lágrimas resbalar por sus mejillas.

Libro segundo: Muad’Dib

Capítulo 23

Habiendo pasado un rato en la destiltienda, Paul se incorpora, se acomoda el destiltraje y sale a la hondonada exterior, su madre Jessica lo sigue con algo de reticencia, Paul desarma y recoge la tienda, una tormenta de arena ha pasado, observan el cielo estrellado y el paisaje y empiezan a caminar sobre la recientemente formada capa de arena desértica, al emprender el camino ven unos relámpagos y chorros de rayos de colores que pasan por el cielo, son descargas, columnas de fuego y láseres de los ornitópteros Harkonnen que les están dando condunte caza.

Buscó el tubo de agua de su destiltraje, fijado a su cuello, aspiró una bocanada tibia, y pensó que así iniciaba realmente su existencia arrakena… viviendo de la humedad de su cuerpo y de su propia respiración. Era un agua insípida y dulzona, pero calmó la sequedad de su garganta.

La oscuridad es un recuerdo ciego, pensó. … El oído ve, el olfato ve.

Capítulo 24

El mentat Thufir Hawat el día después del letal ataque a Arrakeen se encuentra en compañia de un Fremen acurrucado que literalmente se ha deslizado por la arena y de una veintena de sus hombres heridos después de la batalla en una cornisa rocosa que domina un vasto sink cerca de Tsimpo, un poblado de guarnición, puesto avanzado de la antigua capital, Carthag; sopesa la enorme dimensión del ataque y costos, tiene por traidora a Dama Jessica, dialoga con el fremen, el fremen le informa que Gurney Halleck y otros están a salvo con sus amigos contrabandistas, hablan de que debe tomar una decisión de agua y del vínculo del agua, hacen alianza; Arkie, uno de sus soldados, fallece, otros fremen surgen para llevarse al difunto y extraerle su agua con otras costumbres pero con el mismo respeto. A continuación se ven unas figuras en el desierto y se perciben tópteros enemigos que sobrevuelan, hay batalla al descender, los fremen son triunfadores y raptan el tóptero, pero otros tópteros y transportes aparecen, al estar cercanamente reunidos del lugar de la refriega, se observa cómo fugaz y en picada el primer tóptero secuestrado por los fremen vuelve para al estilo kamikaze sacrificarse destruyendo el transporte y demás tópteros, finalmente una lluvia de uniformes azules de Sardaukar cae desde lo alto de la cornisa matando al fremen amigo/aliado y aturdiendo con un proyectil al mentat Hawat.

Y esto es un profundo pensamiento si uno concibe hasta qué punto puede ser inestable «la verdad».

Esta es la maldición del Mentat. Uno no puede impedir analizar los datos.

A un lado de la boca, su barba y su bigote estaban aplastados por la depresión del tubo que surgía de los tampones de su nariz.

«A los Fremen no les gusta decir que no», había dicho Idaho en una ocasión.

Nos creéis tan corruptos como los bizantinos.

Tu Duque, por lo que se dice, ha encontrado la suya. En cuanto al Lisan al-Gaib, su hijo, está en las manos de Liet. Y Liet no ha dicho nada.

El recuerdo de aquél que ha muerto vivirá para siempre.

Esa gente respeta a nuestros muertos. Sus costumbres son distintas de las nuestras, pero tienen el mismo significado.

—Trataremos a vuestro camarada con el mismo respeto que si fuera uno de los nuestros —dijo el Fremen—. Este es el vínculo del agua. Conocemos los ritos. La carne de un hombre le pertenece; el agua pertenece a la tribu.

dio un paso atrás, puso sus manos en copa detrás de su oído, volvió la cabeza y escuchó.

El Fremen acarició al murciélago, calmándolo, susurrándole cosas.

—Uno no tiene por qué presumir que es el único objetivo de una caza —dijo el Fremen—.

—Permaneced silenciosos como animales asustados —susurró el Fremen.

Capítulo 25

Paul y su madre Jessica continuando su camino por el desierto ven cómo unos tópteros los siguen y aterrizan cerca de ellos, apresuradamente Duncan Idaho seguido por algunos Fremen se apea del vehículo para guiarlos, los Fremen descubren una entrada a un pasadizo subterráneo escondido en la arena, lo transitan hasta llegar a una caverna que ha sido adaptada como una cámara subterránea, allí se encuentran con el planetólogo Kynes, conocido como Liet entre los Fremen, observan la estancia y máquinas, hay animales, es una de las Estaciones Ecológicas Experimentales Imperiales que el fallecido duque Leto quería como bases de avanzada; una de las máquinas falla, un Fremen reporta, Kynes da instrucciones para utilizar otros aparatos manuales, solicita café de especia para reunirse con los invitados en otro cuarto más privadamente, pasan la puerta de plastiacero a través de la abertura en la caverna, observan esta nueva habitación, dialogan, Paul expone el plan que involucra pretender la potestad imperial, un Acta de Acusación presentada ante el Landsraad, las Grandes Casas, le propone a Kynes que intercambien sus lealtades mutuas; el café no arriba, y depronto la puerta se abre y se observa una explosión de violencia que se está desarrollando en la cámara principal, hay hojas de acero, escudos protectores, muerte, Duncan Idaho defiende bravamente la entrada a la cámara privada donde estaban los tres dialogando, éstos se apresuran a escapar por la otra salida escondida en los archivadores que conduce a la boca de un túnel con flechas luminosas en el suelo que los conducirán por los pasadizos, Idaho perece, Kynes les da instrucciones y se separa, madre e hijo corren por el túnel hasta llegar al recinto donde se encuentra el tóptero preparado, entran y lo operan, abren la puerta que desemboca al desierto y a la tormenta donde se les ha indicado que deben ir para lograr el escape, Paul pilotando el tóptero con la ayuda de Jessica vuelan en la fuerte tormenta de arena, ambos tratan de sobrepasar el miedo de las circusntancias actuales que les atañe.

Y él siempre huía de la tentación de escoger un camino claro y seguro, advirtiendo: «Este sendero conduce inevitablemente al estancamiento».

Paul reconoció una: el alto e inconfundible Kynes.

Kynes estaba de pie frente a ellos, con la capucha de su jubba echada sobre los hombros. El cuello de su destiltraje relucía a la verdosa luz. Sus largos cabellos y su barba estaban despeinados. Sus azules ojos, sin blanco, eran dos oscuros pozos bajo sus espesas cejas.

—Habéis identificado correctamente este lugar —dijo Kynes—. ¿Para qué lo utilizaríais, Paul Atreides?

—Para hacer este planeta habitable a los seres humanos —dijo Paul.

Quizá es por esto por lo que les ayudo, pensó Kynes.

Liet era su alter ego Fremen, el otro rostro del tranquilo planetólogo.

Hay acero en este hombre, pero nadie ha conseguido templarlo aún… y nosotros tenemos necesidad de acero.

Mientras viva, quiero continuar siendo una molestia, como un palo clavado en su garganta que termine sofocándolos y matándolos!

A veces la superstición tiene extrañas raíces y extrañas ramificaciones.

—Ha hecho lo que haría todo buen jefe de guerrilleros —dijo Paul—.

Paul asintió, luchando contra una repentina repugnancia a moverse. No conocía el origen, pero aquel conocimiento no le hubiera sido de ninguna utilidad. Aquella noche, en un determinado momento, había superado un decisivo nexo hacia el más profundo desconocido. Conocía las regiones temporales que lo circundaban, pero el ahora-y-aquí seguía siendo un misterio.

Y con un brusco sentimiento de shock comprendió que había ido confiando una vez más en sus recuerdos prescientes, y que esto lo había debilitado en aquel momento de emergencia.

«Si confías tan sólo en tu mirada, tus otros sentidos se debilitarán». Este era un axioma Bene Gesserit.

La polvorienta segunda luna surgió del horizonte a su derecha, definiendo el curso de la tormenta.

Pero ella sintió que se sumergían cada vez más profundamente en aquel Maëlstrom.

Paul se concentró en la esfera luminosa con la curva de altitud, batallando por enderezar el aparato y mantenerlo en su línea de vuelo.

El miedo mata la mente.

La calma la abandonó de nuevo. Jessica sintió el castañeteo de sus dientes y los apretó con fuerza.

—El miedo mata la mente. El miedo es la pequeña muerte que conduce a la destrucción total. Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mí y a través de mí. Y cuando haya pasado, giraré mi ojo interior para escrutar su camino. Allá donde haya pasado el miedo ya no habrá nada. Sólo estaré yo.

Capítulo 26

El barón Vladimir Harkonnen en sus habitaciones privadas en la fragata espacial que lo había llevado hasta Arrakis, ayudado por sus suspensores, habla con Jakin Nefud, el capitán de los guardias; éste intenta transmitirle que tanto dama Jessica como el muchacho Paul Atreides ya están muertos, el Barón lo duda e increpa a Nefud, el guardia le informa de las pérdidas en el enfrentamiento con los Fremen cerca al lugar donde los había conducido Duncan Idaho al estar cazando a Jessica y Paul, también le informa que el planetólogo Kynes y el mentat Thufir Hawat están ahora en poder de los Sardaukar, el Barón muestra voluntad de causar la muerte a Kynes disimuladamente como por motivo de un accidente dado su rol con el emperador, y de utilizar y seducir al mentat Hawat como reemplazo de su fallecido mentat Piter de Vries en la escena del gas tóxico exhalado de la muela por el duque Leto como atentado contra su vida aprovechando el convencinmiento y falsa información que tiene Hawat acerca de que dama Jessica es la traidora en lugar del difunto doctor Yueh de la Escuela Interna Suk, el Barón le expone al guardia Nefud el plan a ejecutar de envenenar al Mentat, finalmente le ordena que se apresure a iniciar las operaciones. A continuación, con la intención de entregarle de nuevo la potestad del planeta, el Barón con un botón llama a su sobrino mayor Rabban quien hace presencia en la habitación, para ello el Barón solamente le hace dos exigencias: beneficios, y un mando implacable; hablan de la situación actual, del mentat Piter fallecido, de los costos de la actual operación, de la muerte del doctor Yueh, y en general el Barón da instrucciones a Rabban acerca de cómo regir, de las Casas Menores, de los contrabandistas, le informa de los planes fatales para el planetólogo Kynes, del aprovisionamiento de especia (melange), al final el Barón despide a su sobrino Rabban, y se queda pensando en el potencial que tiene el hermano más pequeño de Rabban, el joven Feyd-Rautha.

¿Qué es lo que desprecias? Por ello serás conocido.

Los instrumentos del poder deben estar siempre afilados y a punto. Poder y miedo… afilados y a punto.

El Barón observaba fijamente a Nefud, notando el tic nervioso en los músculos de su mandíbula, el modo como se crispaba su mentón cuando intentaba deglutir.

—Ese hombre debe morir —retumbó el Barón—. Ha intentado ayudar a nuestros enemigos.

—El mejor método de controlar y dirigir a un Mentat, Nefud, es alimentar su información. Falsas informaciones… falsos resultados.

Nefud se mostró incómodo.

En su agua le administrarán un veneno residual puesto a punto por el finado Piter de Vries.

El gas que exhaló en mi presencia me privó de mi valioso Mentat, Piter. Necesito un sustituto.

Su dueño era débil, su razón se dejaba ofuscar por las emociones. Los Mentats admiran la habilidad de calcular por encima de las emociones, Nefud.

El Barón deslizó una mano hacia un tapiz al lado de su cama a suspensor y oprimió un botón llamando a su sobrino mayor, Rabban.

El joven Feyd-Rautha. Había en el muchacho una cierta dureza que alegraba al Barón… una ferocidad.

El hombre que estaba de pie en el umbral de la puerta de entrada del dormitorio del Barón, protegida por el campo, era de baja estatura, grueso de rostro y de cuerpo, con los rasgos de la línea paterna de los Harkonnen presentes en los ojos muy juntos y los anchos hombros. Había cierta rigidez en sus gorduras, pero era obvio que dentro de muy poco tiempo tendría que llevar suspensores portátiles para acarrear todo su exceso de grasa.

Si le dejo plena libertad, estoy seguro de que lo barrerá todo a su paso. ¡Oh, cómo le van a odiar aquí en Arrakis!

El miedo asomó a los porcinos ojos de Rabban.

Antes de que esto ocurra, de todos modos, ya habré hecho llegar a sus manos mi propio informe, a través de los canales de la Compañía CHOAM.

El Barón se irritó consigo mismo. Se sintió traicionado.

Y, no por primera vez, el Barón se preguntó si llegaría el día en que pudiera prescindir de la Cofradía. Eran insidiosos…

—Nadie cree a los contrabandistas, Rabban. Son tolerados, pero no creídos.

Piensa en esos lerdos y en lo que son… esclavos envidiosos de sus dueños, esperando la primera ocasión para rebelarse.

—Sonrió, una expresión de bebé en su gordo rostro—.

Un carnívoro no se detiene jamás. No tiene piedad. Nunca se para. La piedad es una quimera. El estómago gruñendo su hambre, la sed secando la garganta, bastan para eliminarla. Siempre has de tener hambre y sed. —El Barón acarició sus adiposidades bajo los suspensores—. Como yo.

—¿Cómo crees que he llegado tan lejos y tan rápidamente? —preguntó el Barón. Su voz era baja, cargada de innombrables implicaciones—.

El muchacho que, cuando llegue el momento, sabrá cómo oprimir con impunidad.

Capítulo 27

Volando en el tóptero en la tormenta de arena, Paul y su madre Jessica pilotean e intentan dominar el miedo y los nervios, Paul trata de entender las corrientes, fuerzas, vórtices, turbulencias y géiseres que los envuelven, maniobra y hace virar la nave, hasta que van saliendo y la tormenta se aleja, las alas pueden estar averiadas por el esfuerzo, disminuyen altitud, planean, y Paul usa las dunas como freno, al aterrizar el ala derecha se desprende, habiendo planeado el aterrizaje, al estrellarse corren inmediatamente hacia las rocas que sobresalían como islas en la arena, al alcanzarlas y seguir corriendo perciben cómo un gusano despedaza el ornitóptero en el que aterrizaron; en seguida siguen su camino por la cresta rocosa alcanzada hacia las profundidades del desierto abierto (en el sur), deben viajar de noche como recita el Kitab al-Ibar, Jessica recupera el aliento, Paul se ajusta la mochila, en medio del camino toman un descanso, comen y se hidratan, perciben que hay especia melange cerca, el alba se acerca, piensan y planean en cómo atravesar el mar de desierto de aprox. cuatro kilómetros que se interpone; al estar cerca del borde del desierto se encuentran con una pendiente descendiente de arena que deben bajar, Paul lo hace primero sin complicaciones, pero al hacerlo Jessica es sepultada por la avalancha, Paul logra rescatarla justo a tiempo para escapar de la ladera de arena que se precipitaba pero pierde la mochila en la maniobra, luego de un pequeño instante de desesperación cavilan cómo rescatar la mochila evitando la ladera y avalanchas, lo planean y hacen usando espuma generada con la especia melange de naturaleza altamente alcalina, el ácido de la pila del paracompás y agua para endurecer la arena mientras hacen las necesarias excavaciones en búsqueda de la mochila, después de recolectar la necesaria muestra de especia, Paul regresa y hace la mezcla que producirá la espuma en un compartimiento del paracompás desmontado, ejecutan el plan con Paul esparciendo la espuma producida (sustancia alcalina + sustancia ácida + agua) y Jessica excavando hasta dar con la anilla y correa de la mochila, entonces al final entre ambos sacan la mochila de su sepultura, al estar a salvo en el suelo de la fisura rocosa con la mochila, Paul está sucio y Jessica con manchas y costras de arena verde donde la espuma se había secado, se ríen de la escena, Paul planta la tienda, con los binoculares observan el paisaje delante de ellos, Jessica anota que las hierbas secas que se ven son de Saguaro, cavilan si se encuentran con Fremen qué tan amistosos puedan mostrarse, los halcones alzan el vuelo, ven el transitar de un gigantesco gusano, al final Jessica a modo de reproche le dice que después de descansar deberán continuar con sus lecciones, entran en la tienda.

A la edad de quince años, había aprendido ya el silencio.

Paul desafió el miedo e inclinó el tóptero hacia la izquierda.

Jessica sintió los acelerados latidos de su corazón. Se obligó a calmarse, mirando la tormenta que se perdía a lo lejos.

«No conoceré el miedo…».

Permanecieron escuchando hasta que el rumor de su paso se confundió con el leve roce de la arena a su alrededor.

—«Viaja de noche y permanece en las sombras oscuras durante el día».

El terreno les imponía sus propios ritmos.

—Permanece debajo de la cresta; la luna está a nuestra espalda, y cualquiera de nuestros movimientos podría ser visto.

Oyó a Paul aspirar del tubo de su destiltraje, y ella también sorbió algo de su agua regenerada. Era insípida, y recordó las aguas de Caladan…

Esta era la verdadera felicidad, la posibilidad de detenerse, aunque sólo fuera por un instante. No había ninguna felicidad si uno no podía detenerse.

—Bebe toda tu agua —dijo Paul—. Axioma: el mejor lugar para conservar tu agua es en tu cuerpo. Mantiene tu energía. Te hace fuerte. Ten confianza en tu destiltraje.

«Es mejor una austera comida y un poco de calma que toda una casa llena de luchas y de suspicacias».

«Y secaré los ríos, y venderé la tierra a los perversos: y transformaré el lugar, y todo lo que hay en él, en una extensión árida, y todo ello por manos extranjeras».

Y, puesto que había una Manera Bene Gesserit de descubrir las motivaciones de un extraño comportamiento, buscó en su interior el origen de su frialdad:

Sus pulmones estaban llenos de su propio silencio.

Se la rascó, se quitó el filtro, y percibió el intenso olor a canela en el aire.

A la Manera Bene Gesserit que ella le había enseñado, Paul aplacó el furioso latir de su corazón y redujo su mente a un espacio vacío donde podían aparecer de nuevo los últimos momentos del pasado reciente.

Suspensión bindu, se dijo.

—Se te ve más bien sucia —dijo él.

—Tu tampoco estás muy limpio —dijo ella. Se echaron a reír, luego se calmaron.

Y en el mar, los blancos pétalos de los trimaranes dhows.

Paul dominó una brusca irritación.

Quizá conozcas mejor que yo tu mente y tu sistema nervioso bindu, pero aún tienes mucho que aprender de la musculatura prana. A veces el cuerpo actúa por sí mismo, Paul, y puedo enseñarte algo al respecto.

Paul flexionó los dedos de su mano izquierda, mirando a su madre que se introducía a través de la válvula a esfínter, sabiendo que nada podría apartarla de su determinación… que tendría que doblegarse a ella.

Cualquier cosa que me hayan hecho, yo me he prestado siempre a ello, pensó.

Capítulo 28

Gurney Halleck se entrevista con el contrabandista Staban Tuek, hijo de Esmar Tuek en una caverna despacho que reproducía el centro de control de una fragata espacial; Halleck le expresa gratitud, Tuek le ofrece trabajo a él y sus hombres como pago, el guerrero Hallek tiene prisa y sed de venganza y sangre contra los Harkonnen, Tuek lo persuade diciendo que no aceptaran acciones contra los Harkonnen arguyendo que su contrato con la Cofradía exige circunspección, Tuek le habla con prudencia, asumen que Paul y Jessica están muertos o definitivamente perdidos, Halleck decide quedarse en Arrakis y ofrece su espada a Tuek, y ambos confían en que sus hombres lo seguirán; al terminar la conversación y salir del despecho a la sala de asambleas que era una larga y estrecha cavidad, Halleck ve con orgullo a sus hombres, sin embargo uno de sus lugartenientes le informa que Mattai, uno de sus hombres, no tiene esperanza de vida debido a la escasez de recursos del lugar, y que sólo le pide una canción para endulzar su muerte, Halleck toma el baliset que le tiende el lugarteniente, empieza a tocar el instrumento y los compañeros a cantar para ofrecerle al moribundo su anhelada despedida.

Y el precio que pagamos era el precio que los hombres han pagado siempre por obtener un paraíso en sus vidas: nos ablandamos, perdimos nuestro temple.

La Cofradía exige un juego circunspecto.

Halleck necesitó un tiempo para conseguir dominar la oleada de ira que amenazaba sumergirlo.

—Uno no debe arriesgarlo todo por liquidar prematuramente una cuenta —dijo Tuek.

—Sea o no expresado, un pensamiento es siempre algo real y potente —dijo Tuek—.

—Actúa lentamente, y el día de tu venganza llegará —dijo Tuek—. La rapidez es el instrumento de Shaitán. Aplaca tu dolor… tenemos diversiones para esto; hay tres cosas que alegran el corazón: el agua, la hierba verde y la belleza de una mujer.

—No puedo ayudarte a afrontar el mañana, Gurney Halleck. Tan sólo puedo ayudarte a afrontar el hoy.

En aquel momento, el contrabandista le recordó al Duque Leto; un conductor de hombres, valeroso, seguro de su posición y de sus actos. Era como el Duque… antes de Arrakis.

—Cada enemigo a su tiempo, ¿no es así?

—¿Quién sabe dónde viven los Fremen? Para nosotros, la Meseta Central es tierra prohibida.

Los Fremen son unas cuantas pandillas de andrajosos a las que nosotros utilizamos como cazadores de especia.

Yo te prometo un refugio y una oportunidad de derramar la sangre que ambos queremos. Puedes estar seguro de ello. Los Fremen sólo te ofrecerán la vida de un animal acosado.

El adiestramiento de los Atreides: «¡Velaremos por nuestros hombres!», era aún un núcleo indestructible en ellos, observó Halleck.

Capítulo 29

Paul y Jessica en su sitio de campamento aprecian el paisaje del muriente atardecer y el surgir de la noche, la oscuridad y las estrellas, alistan el martilleador y su mecha que les dará alrededor de treinta minutos de desplazamiento, comienzan el característico avance arrítmico del desierto, cuando el martilleador retumba y el gusano atraído despedaza las rocas ellos corren, a pesar de la fatiga los reconforta un poco este movimiento natural y conocido, pasan un tambor de arena y unas estacas de roca, alcanzan la roca y aprecian el surgimiento del gusano, un momento después al resonar otro martilleador extraño éste se aleja, ellos continúan siguiendo las estacas que marcan el camino a lo largo del farallón, tentando en la oscuridad, con movimientos cautos parecidos a los del desplazamiento desértico, avanzan subiendo unos peldaños artificiales hasta llegar a un lugar maravilloso en una depresión poco profunda con vegetación del desierto que arguyen debe ser cuidada por hombres, ven los ratones y el pájaro que los caza, de repente sigilosamente dos Fremen salvajes se aparecen encontrándolos vulnerables.

«Es demasiado hermosa. La reservaremos para un regalo».

La sutileza y el autocontrol, después de todo, ¿no eran acaso una amenaza mortal para todas nosotras?

En algún lugar muy profundo encontró entonces la vorágine negra de su dolor, y desvió la mirada.

Cómo se adapta la mente al entorno, pensó ella.

Aquí uno podría vivir solo, pensó, sin miedo a tener a alguien a tus espaldas, sin miedo a ser cazado.

Hubo un tiempo en que aquel brillante blanco había estado cubierto de agua.

La noche es un túnel, pensó. Un agujero hacia el mañana… siempre que exista un mañana para nosotros.

y reclamó a su memoria la imagen de hombres andando en la arena… a su memoria real y a su memoria presciente—.

Pero los músculos protestaban ante aquel cortado e innatural movimiento:

Sus músculos alcanzaron el estado de dolor mecánico que parecía prolongarse hasta el infinito

Por un tiempo, el correr fue un alivio para sus músculos doloridos a causa de la arrítmica y poco familiar marcha. Ahora existía un movimiento al que estaban acostumbrados. Ahora había ritmo. Pero la arena y la grava dificultaban su marcha.

Jessica y Paul se volvieron, oteando el desierto.

Se elevó más y más arriba, hasta definirse en una enorme boca anhelante. Era un agujero redondo y negro, cuyos contornos relucían al claro de luna.

El reflejo de la luna destelló en los dientes de cristal.

Necesitó toda la concentración de su adiestramiento Bene Gesserit para dominar su terror primordial, para vencer el miedo atávico que amenazaba con destruir su mente.

o en el seno de una ola donde el futuro era algo invisible.

Lejos de aterrarlo, aquella sensación de tinieblas temporales desencadenó una hiperaceleración en sus otros sentidos.

—Quizá no lo han hecho para ayudarnos. Quizá tan sólo han querido llamar al gusano.

Había una respuesta en el umbral de su consciencia, pero rehusaba surgir.

Levantaron los ojos hacia la luz de las estrellas enmarcadas por las dos paredes rocosas.

Peldaños bajos y regulares, pensó Jessica. Sin duda tallados por el hombre.

Pese a su fatiga, la irritación causada por los tubos y los tampones de la nariz y el confinamiento en el destiltraje, pese al miedo y al deseo casi doloroso de descansar, la belleza de aquella depresión cautivó sus sentidos obligándola a detenerse y admirarlo.

Ante ellos se extendía la vegetación del desierto: arbustos, cactus, matojos de hojas coriáceas… todo ello vibrando a la luz de la luna. Las paredes que circundaban la depresión eran oscuras a su izquierda, pero resplandecían como plata a su derecha.

—Tiene que haber hombres aquí para que estas plantas sobrevivan —asintió ella.

—¡Ratones! —exclamó Paul.

Ahora el silencio era tan profundo que casi era posible sentir el fluir de la lechosa luz de la luna sobre los saguaro centinelas y los espinosos matojos. La luz allí era una especie de silencioso murmullo, una armonía más profunda que ninguna otra en todo aquel universo.

—¡La mayor parte de los intrusos lamentan encontrar a los Fremen!

¡Esto es lo que quieren, el agua de nuestros cuerpos!, pensó Jessica. Sus músculos olvidaron toda fatiga, tensándose al máximo, sin traicionar aquel cambio en su actitud externa.

¡Tan sigilosos! No los he oído llegar. Y se dio cuenta de que el propietario de aquella voz se había acercado produciendo tan sólo los ruidos naturales del desierto.

Paul, menos condicionado que su madre a reaccionar, lamentó haberse asustado e intentado escapar, puesto que aquel instante de pánico había ofuscado sus facultades. Se obligó a obedecer sus enseñanzas: relajarse, luego fingir que estaba relajado y tensar todos sus músculos, dispuestos a saltar como un muelle en cualquier dirección.

Sin embargo, se sentía aún al borde del miedo, y reconoció su origen. Aquel era un tiempo ciego, un futuro que no había visto…

Capítulo 30

Liet-Kynes el planetólogo/ecólogo de su Majestad Imperial ha sido abandonado por los Harkonnen con diversión en medio del desierto sin destiltraje ni equipo alguno, él trata de desplazarse y sobrevivir, pero cae en la superficie de arena, justo sobre una burbuja de gas de preespecia a punto de estallar, delira oyendo a su padre darle lecciones obvias que ha sabido desde niño, halcones lo sobrevuelan y se acercan, Kynes piensa que los Fremen deberían notar su presencia y rescatarlo, al final la burbuja estalla absorbiéndolo.

La riqueza real de un planeta está en sus paisajes, en el papel que jugamos nosotros en esta fuente primordial de civilización… la agricultura.

—La más alta función de la ecología es la comprensión de las consecuencias.

—Somos generalistas —dijo su padre—. No es posible trazar netas separaciones entre los problemas planetarios. La planetología es una ciencia de corta-y-mide.

—Para el trabajo planetológico, el ser humano es el instrumento más importante —dijo su padre—. Hay que difundir la cultura ecológica entre la gente. Es por esta razón que he puesto a punto un nuevo método de notación ecológica.

—Moverse a través del territorio es una necesidad para la vida animal —dijo su padre—. Incluso los pueblos nómadas sienten esta necesidad. Líneas de movimiento ajustadas a las necesidades físicas de agua, alimento, minerales. Debemos controlar estos movimientos, alinearlos de acuerdo con nuestros propósitos.

La ciencia está formada de muchas cosas que parecen obvias una vez han sido explicadas.

—Hasta ahora, los hombres y sus obras han sido un azote para los planetas —dijo su padre—. La naturaleza tiende a compensar las plagas, rechazándolas o absorbiéndolas para incorporarlas al sistema según sus propias características.

No olvides nunca, de todos modos, que basta con controlar tan sólo el tres por ciento de la energía existente en la superficie… sólo el tres por ciento, para transformar toda la estructura de un sistema autosuficiente.

Los mensajes han partido ya hacia mis poblados sietch, pensó. Nada puede detenerlos. Si el hijo del Duque está vivo, lo encontrarán y lo protegerán como he ordenado. Quizá rechacen a la mujer, su madre, pero salvarán al muchacho.

Luego, mientras el planeta lo mataba, Kynes pensó que su padre y todos los demás científicos estaban equivocados, y que los principios fundamentales del universo eran el accidente y el error.

Capítulo 31

En la depresión rocosa en la que se encontraban, Paul y Jessica han sido sorprendidos por el Fremen Stilgar, quien antes en el Concejo ducal había reclamado el agua de su fallecido compañero a manos de los Harkonnen, y su grupo, los increpan hasta que Paul rompe el silencio al reconocer a Stilgar, discuten entre ellos acerca del muchacho-hombre, los recomendados por Liet-Kynes, el Lisan al-Gaib, pero dudan de la mujer, Jessica; Jessica actúa en reacción cuando la amenaza de Stilgar se cierne sobre ella, logra dominarlo y retenerlo, Paul tumba y desarma a un Fremen y se escabulle escalando por una hendidura en la roca, Jessica presiona a Stilgar para que comande dejar de perseguir al escapado Paul y detengan la amenaza contra ellos, acuerdan un intercambio de enseñanzas, Chani, la joven hija de Liet-Kynes se presenta, Paul se sorprende al encontrarse con la figura que había soñado en sus visiones prescientes, Stilgar pasa revista a su grupo, les pone a Paul y Jessica los pañuelos del bakka, al final comienzan el avance hacia el Sietch Tabr en ordenada formación.

La cabeza envuelta en la capucha del albornoz se sobresaltó, revelando tensión, y luego se relajó lentamente. El hombre sabía controlarse.

—Un niño que piensa y habla como un hombre —dijo el hombre alto—.

Pero no habla ni actúa como los débiles de los pan. Menos que su padre. ¿Cómo es eso posible?

Ahora ya tengo registrada su voz y su esquema, pensó Jessica. Podría controlarlo con una palabra, pero es un hombre fuerte… es mucho más precioso para nosotros así: libre, intacto. Ya veremos.

Es la regla, el Istislah, el interés general.

Se necesita un instante para interpretar algo conocido cuando es presentado como algo desconocido.

—¡He dicho que lo dejes, Chani! ¡Especie de hueva de lagartija!

Ella asintió, a fin de que él comprendiera que se ponían en marcha con su permiso.

Paul sintió que la sangre afluía a su rostro y dio las gracias a la oscuridad de la noche.

Se sintió como cogido por una ola, en armonía con un movimiento que parecía exaltar sus pensamientos.

Los inicios son siempre momentos delicados.

Bakka… el que llora.

Paul reprimió la cólera en su voz.

Sietch: un lugar de reunión en los momentos de peligro.

Jessica asintió, reservando sus fuerzas, consciente del tremendo cansancio que sólo conseguía superar gracias a su voluntad…

Su mente se concentró en el valor de aquella gente, recordando todo lo que le había sido revelado de la cultura Fremen.

Capítulo 32

Después de partir de la Depresión de Tuono, el grupo del Fremen Stilgar con Paul y Jessica aceptados y portando la pañoleta de bakka, arriban a la Caverna de la Cresta, la gente se dispersa, Chani ofrece comida a Paul, la puerta se sella, Stilgar conduce a Jessica para mostrarle otra gran depresión de diez o doce kilómetros de ancho con grupos de plantas y donde se ven los drusos, gente desplazándose por la arena, que él le expresa es su hogar; conversan, hablan de las leyes y los jefes, la Cofradía y la especia, la modificación de la superficie del planeta y los satélites, ven el Hacedor gusano Shai-Hulud cabalgado por Fremen, hablan de la Bene Gesserit, la Sayyadina, la Reverenda Madre, Jessica piensa en la Missionaria Protectiva, mientras la gente mira y escucha, el día ha avanzando y se hace tarde, y es hora de sellar la abertura de la caverna, entonces en ese momento Jessica entona para Stilgar la significativa plegaria del salat que causa conmoción en la gente de la caverna para convertirse en Sayyadina y dar el paso interior si Shai-Hulud lo permite; mientras Paul al lado de Chani percibe los efectos de la concentración de especia en la comida que llevaría su mente hacia una mayor consciencia presciente.

Los Fremen eran supremos en aquella cualidad que los antiguos llamaban «spannungsbogen»… que es la demora que se impone uno mismo entre el deseo de algo y el acto de conseguirlo.

Se detuvo un instante en aquel pensamiento, dándose cuenta de que era un pensamiento de guerrilla, y recordó que el temor de su padre había sido precisamente el de que los Atreides se vieran convertidos en esto, una casa de guerrilla.

«El Paraíso a mi derecha, el Infierno a mi izquierda, y el Ángel de la Muerte tras de mí». Repitió varias veces la cita en su mente.

Contempló la depresión, tirando de su bigote—.

—Obedecen a las leyes de preservación de la tribu —dijo él—. Así es como elegimos a nuestros jefes. El jefe es aquel que es más fuerte, el que procura agua y seguridad —fijó su atención en el rostro de ella.

Agua al cielo abierto, y plantas verdes, y gente caminando libremente sin destiltrajes.

—La corrupción es peligrosa; su precio tiende a aumentar cada vez más.

Necesitó todo su control para no traicionar el shock de lo que implicaba aquello.

había cedido al profundo instinto de todas las criaturas enfrentadas a la muerte: alcanzar la inmortalidad a través de la progenie.

Stilgar carraspeó, revelando haber intuido la mayor parte de las preguntas que se hacía ella mentalmente.

Un hombre que medita sus decisiones y las consecuencias, pensó ella.

—Hay algunos, entre los jóvenes de mi tribu, que han alcanzado la edad de los pensamientos salvajes —dijo él—. Han de ser guiados cautelosamente durante este período.

Un jefe, comprende, es lo que diferencia a un pueblo de una turba. Mantiene el nivel de individualidad. Demasiada poca individualidad, y el pueblo se convierte en una turba.

Tiene valía, pensó. ¿Dónde habrá aprendido este equilibrio interno?

Mantienen la potencia de Dios entre nosotros —se tocó el pecho.

—Se ha dicho que una Bene Gesserit y su hijo detentan la llave de nuestro futuro —dijo él.

El brote joven muere muy fácilmente. Los inicios son siempre tiempos de gran peligro.

Su mente fue repentinamente invadida por una prudencia felina.

—Ibn qirtaiba —dijo—, tan lejos como el lugar donde termina el polvo —

Comiendo aquello, se había dado cuenta de que nunca antes había absorbido tal concentración de especia, y por un instante había sentido miedo. Sabía lo que aquella esencia podía hacer con él… el cambio de la especia que empujaría a su mente hacia una mayor consciencia presciente.

pero nada podía detener aquella transformación iniciada con algunos bocados de comida.

pasado, presente y futuro vistos a través de un solo ojo… todos ellos combinados en una visión trinocular que le permitía ver el tiempo como si se hubiera convertido en espacio.

Esto le proporcionó una nueva comprensión de su presciencia, y percibió la fuente del ciego fluir del tiempo, la fuente del error en él, con una inmediata sensación de miedo.

La presciencia, comprendió, era una iluminación que incorporaba los límites de lo que revelaba… una combinación de exactitud y de errores significativos. Una especie de indeterminación de Heisenberg intervenía: la propia energía de sus visiones alteraba, en el mismo instante de producirse, lo que veía.

Esta visión lo empujó a una absoluta inmovilidad, pero incluso esta inmovilidad era una acción que tendría sus consecuencias.

Capítulo 33

Jessica después de un sueño reparador despierta en la caverna, se desliza de la hamaca improvisada con las ropas, se ajusta su traje y demás equipamiento, ve la actividad de la noche en la caverna, ve a Stilgar, Jamis, el hombre vencido (por sorpresa) por Paul la noche anterior en la derpresión está exigiendo el desafío tahiddi que es regla del amtal, tratan de persuadirlo pero no cede; en un círculo formado por los espectadores a la luz de los globos lumínicos Paul y Jamis se enfrentan a cuchillo, el buen adiestramiento de Paul inculcado desde niño le sirve para vencer a Jamis, los restantes Fremen se llevan el bulto con ropa que es el cadáver de Jamis, Jessica notando lo terrible del momento y Stilgar le dicen frases a modo de reproche y mesura, le es asignado el nombre en código de soldado Usul, y él mismo elige su nombre adulto como Paul-Muad’Dib, se alzan murmullos de aceptación entre los presentes, Stilgar reitera su orden a Chani de velar y cuidar de Paul, y en cuanto a Jamis ordena la ceremonia completa al haber sido compañero y hermano.

Pienso más bien que era un hombre que luchaba constantemente contra los barrotes de una jaula invisible.

Se dio cuenta de que se había permitido abandonarse al sueño relajador después de la gran fatiga, y esto sugería que inconscientemente aceptaba su seguridad personal en el seno de la gente de Stilgar.

Hay tantas cosas que debo recordar.

revelando el aquilino perfil de los Atreides.

¿Tendrá otros efectos colaterales?, se preguntó. Ha dicho que existía alguna relación con sus facultades prescientes, pero ha permanecido extrañamente silencioso respecto a sus visiones.

Jessica observó su andar prudente, felino, el modo como sus dedos jugueteaban con su barba.

Vio la rabia de Jamis en la rigidez de sus hombros.

y había un tono apaciguador en su voz, el intento de calmar los ánimos.

—Jamis es un hombre que conserva el rencor, Sayyadina. Tu hijo lo ha vencido y…

Hay demasiada violencia en Jamis para que alguna vez sea un buen jefe: demasiada ghafla, demasiada inestabilidad. Tiene su boca llena de reglas pero su corazón vuelto al sarfa, el alejamiento de Dios. No, nunca será un buen jefe. Hasta ahora le he perdonado estas cosas porque es un buen combatiente, pero esta rabia que le corroe lo hace peligroso para sí mismo y para su gente.

Hubiera debido ver esto antes. Rumía. Es del tipo silencioso, de los que trabajan en lo más profundo de sí mismos. Tendría que haber estado preparada.

Ha hablado suficiente, pensó Jessica. Tengo su registro. Podría inmovilizarlo con una sola palabra. Vaciló. Pero no puedo inmovilizarlos a todos.

—¡Intenta embrujarme! —gritó Jamis. Cerró el puño y lo colocó tras su oreja—. ¡Invoco el silencio sobre ella!

He sembrado el miedo en la mente de Jamis. Esto le hará más lento… quizá. Si pudiera rezar… realmente rezar.

Paul sintió un estremecimiento de miedo.

La presciencia lo había llenado con innumerables experiencias, haciéndole entrever las grandes corrientes del futuro y los resortes de decisión que las guiaban, pero aquello era el ahora real. La muerte estaba presente en un infinito número de posibilidades.

Tengo miedo, se dijo Paul.

Y avanzó a su vez por el lado opuesto al de Jamis, repitiéndose en silencio la letanía Bene Gesserit contra el miedo: «El miedo mata la mente…». Fue como un chorro de agua fresca sobre él. Sintió distenderse sus músculos, calmarse y alertarse.

Las reacciones de Paul tenían el ímpetu y la vivacidad de la juventud, y eran el resultado de un adiestramiento desconocido por aquel pueblo. Pero el ataque era resultado también de este adiestramiento, y estaba condicionado por la necesidad de penetrar la barrera de un escudo.

Un escudo repelería un ataque demasiado veloz, admitiendo tan sólo los golpes lentos y solapados.

Paul tensó los músculos preparado para saltar y, después de ver la primera sangre, interpeló:

Jessica vio a Paul tragar saliva trabajosamente. Y pensó: Nunca ha matado así a un hombre… en un combate a cuchillo hasta la última sangre. ¿Podrá hacerlo?

Jessica vio la sombra de la desesperación en el rostro del hombre. Es ahora cuando es más peligroso, pensó. Ahora está desesperado y puede hacer cualquier cosa. Ha descubierto que Paul no es un niño como los de su raza, sino una máquina de combatir adiestrada desde su infancia. Ahora el miedo que he instilado en él se ha desbocado.

Y en el fondo de sí misma experimentó un sentimiento de piedad por Jamis… una emoción dominada por la consciencia del peligro que corría su hijo.

Jamis puede hacer cualquier cosa… lo más impredecible, se dijo.

Y por primera vez captó, sin comprenderlo realmente, el factor de incertidumbre que existía en el poder de Paul.

Es el momento más peligroso, pero el hombre aterrorizado suele cometer normalmente un error fatal. Tú has sido adiestrado para detectar este error y aprovecharlo

Creen que Paul juega con Jamis, pensó Jessica. Creen que Paul es inútilmente cruel.

«Piensa en el cuchillo y no en la mano que lo empuña», le había repetido siempre Gurney Halleck. «El cuchillo es más peligroso que la mano, y tan pronto puede encontrarse en la derecha como en la izquierda».

Sus ojos muertos lo miraban como dos esferas de oscuro cristal.

Este es el momento terrible, se dijo. Ha matado a un hombre gracias a la evidente superioridad de sus músculos y de su mente. No debo permitirle que se alegre por esta victoria.

Jessica miró a su hijo. Los ojos de Paul brillaban. Parecía ausente, aceptando con indiferencia la ayuda de los Fremen.

Observó los rostros a su alrededor, tal como había hecho Paul, viendo lo que él veía. Admiración, sí, y miedo… y odio en algunos.

Ella percibió en su voz el retorno a la razón, los remordimientos.

Y no te llamaré más muchacho.

Stilgar asintió, tirando de su barba.

Y luego fue el turno de Chani, que apretó su mejilla contra la de él y pronunció su nombre.

—dijo éste. Su rostro se endureció y su voz se hizo imperativa—.

¿Esto es una tropa organizada o una banda de salvajes?

Esto no ocurrirá, se dijo. No puedo permitirlo.

Capítulo 34

En el crepúsculo de la caverna se retiran los sellos de plástico de las aberturas para dar inicio al rito funeral del desafiante Jamis, Paul debe aceptar el agua de su derrotado pero no quiere, la madre lo persuade, el rito inicia, un único globo muy en lo alto de la caverna ilumina, se conducen a un círculo formado por los presentes que rodean un objeto cubierto con ropas que hay en el suelo, Stilgar habla, Chani toma en compañía a Jessica, con extrañeza y relucatancia disimulada de Paul, se reparten las pertenencias de Jamis que están en el círculo, Paul derrama lágrimas, que son sagradas entre ellos, hacen el recuento de la cantidad de agua recogida del difunto Jamis; a continuación Stilgar toma el globo lumínico y guía el grupo a través de un par de puertas rocosas secretas y cámaras donde la humedad aumenta al precipitarse debido a unos paneles emparrilados de alvéolos hexagonales que eran trampas de viento, y a través de unas escalinatas descendientes en espiral hasta una cámara donde gotea agua y que tiene un gran estanque de agua recolectada, guardada y conservada, vierten y cuentan con suma precisión la nueva agua aportada, en seguida el grupo guiado por Stilgar vuelve a la caverna principal por el mismo camino, Paul camina acompañado de Chani, en la caverna principal se revelan la noche y las estrellas, a petición de alguien Paul canta una canción con el basilet heredado de Jamis, Jessica se cuestiona sobre las mujeres para Paul y el amor, Paul trata de fijarse en la mente evitar la jihad que se presenta en sus visiones.

Dios creó Arrakis para probar a los fieles.

la habilidad de captar hasta el menor cambio en la humedad del aire.

Jessica se preguntó por qué todo aquello despertaba de pronto su desconfianza.

Un axioma Bene Gesserit acudió a su mente: «La supervivencia es la habilidad de nadar en aguas extrañas». Y Jessica pensó: Paul y yo tenemos que encontrar las corrientes favorables en estas aguas extrañas… si queremos sobrevivir.

Paul permaneció silencioso, sabiendo que haría lo que ella le había ordenado… no porque fuera una orden, sino porque el tono de voz empleado por ella lo obligó a reconsiderar las cosas.

Se volvió para disimular su turbación

Un violento estallido de colores llenó el cielo mientras el sol desaparecía tras el horizonte.

El silencio cayó como un palpable velo en la caverna.

Experimentó una sensación lacerante en lo profundo de su conciencia, como si intentara inmovilizar algo que estaba en perenne movimiento.

El factor de incertidumbre lo dejaba perplejo.

Paul tragó saliva, agitando su cabeza.

El encuentro entre ignorancia y conocimiento, entre brutalidad y cultura… todo comienza con la dignidad con la cual tratamos a nuestros muertos.

Vio los rostros que se volvían furtivamente hacia él, desviando después la mirada.

Paul vio de nuevo rostros vueltos hacia él, y captó la expectación en ellos.

Una vez más, los rostros se volvieron hacia él, y sintió la rabia y el miedo en el grupo.

Mientras avanzaba hacia el centro del círculo, Paul notó que su yo disminuía progresivamente. Era como si hubiese perdido un fragmento de sí mismo y supiera que iba a encontrarlo allí.

Allí era una sustancia mucho más preciosa que todas las demás… era la vida misma, entremezclada con simbolismos y ritos.

Pero ahora había un sutil vacío alrededor de Paul, un retirarse de los demás, honrándole con un respetuoso aislamiento.

Jessica captó el aumento de la tensión a su alrededor, la presión del silencio que agarrotaba sus nervios con su urgencia.

Era al mismo tiempo tranquilizador y frustrante.

Esto no ocurrirá, pensó. No puedo permitir que ocurra.

Aquel simple hecho era un indicio elocuente de la tecnología Fremen: eran perfeccionistas.

Para Paul, el sonido de cada gota era un momento que moría.

Han hecho una alianza con el futuro, pensó. Tienen su montaña que escalar. Es el sueño científico… y ese pueblo sencillo, esos campesinos, se han embebido de él.

Era un sueño capaz de capturar el alma de aquellos hombres, y sintió la mano del ecólogo en él.

Una vez más, los límites de su poder lo turbaron. Era como si cabalgase en una ola del tiempo, a veces en su seno, a veces en su cima…

Y por encima de todo ello, la salvaje jihad aparecía siempre ante él, con la violencia y la matanza. Era como un escollo dominando las olas.

Notaba la vida deslizarse a su alrededor, y no podía aferrarla.

Capítulo 35

En el decimoséptimo aniversario del na-Barón Feyd-Rautha Harkonnen, el Conde y Dama Fenring son vivitantes observadores de la Corte Imperial para asistir a la conmemoración y ver los juegos familiares en la arena donde Feyd-Rautha mataría al esclavo-gladiador de turno retante; el Conde Fenring y el Barón Vladimir conversan; en la hora del evento de la arena Feyd-Rautha acompañado de su séquito saluda y presenta las armas al público espectador en las gradas y palco, el mentat Thufir Hawat ha elaborado un plan para ese encuentro, el gladiador oponente hace presencia, es uno de los soldados del Duque Leto capturados en Arrakis, se enfrentan, Feyd-Rautha vence, al final ordena que sepulten al esclavo-gladiador intacto sin decapitación, el Barón se ve obligado a ordenar una fiesta, al bajarse las barreras de prudencia gente salta a la arena para alzar en hombros al triunfal vencedor, el Barón se despide del Conde y Dama, se retira, y éstos hablan de sus planes para el na-Barón.

El concepto de progreso actúa como un mecanismo de protección destinado a defendernos de los terrores del futuro.

A su lado avanzaba Feyd-Rautha. Sus oscuros cabellos estaban peinados en apretados bucles que parecían incongruentemente alegres en contraste con sus tristes ojos. Llevaba una entallada túnica negra y pantalones ajustados ligeramente abiertos al final. Blandas pantuflas calzaban sus pequeños pies.

Tenía la serena calma de las Bene Gesserit, y esto turbó profundamente al joven.

Y pensó: ¡Obsérvalo bien, Feyd! Es un asesino con los modales de un conejo… el tipo más peligroso de hombre.

Y sus movimientos… movía una mano o volvía la cabeza hacia un lado y hablaba hacia el otro. Era difícil seguirlo.

Ella lo miró serenamente, pero su voz fue como un latigazo cuando dijo:

¡Bene Gesserit!, pensó el Barón. ¡El universo haría mejor desembarazándose de ellas!

El desierto meridional es inhabitable. El desierto septentrional es batido regularmente por mis patrullas.

Está intentando deliberadamente hacerme enfurecer, pensó el Barón. Respiró a fondo dos veces para calmarse.

Y podré decir a todos, como Prometeo: «Miradme, soy víctima de una injusticia».

—Ved, Conde, ahí está el planeta-prisión del Emperador, Salusa Secundus, para inspirarme.

Era obvio que Fenring raramente hacía algo inútil, como tampoco empleaba nunca dos palabras cuando con una era suficiente, ni se contentaba con dar un solo sentido a cada frase.

En el preciso instante en que aparecía el gladiador, un ojo adiestrado podía captar todo lo que necesitaba saber.

Es terrible lo que hace de un hombre un superhombre.

La rabia estaba ocupando el lugar del miedo.

Y el Barón observó la línea de su cuello… un adorable juego de músculos… como un adolescente.

—Exactamente. Y es obvio que necesitamos ejercitar sobre él un control completo. Implantaré en lo más profundo suyo las frases prana-bindu que lo doblegarán a nuestra voluntad.

—El sentimiento de culpabilidad empieza con el miedo a fracasar —recordó él.

—Su tío —dijo él—. ¿Has visto alguna vez a alguien tan retorcido?

Dice: «No consideres muerto a un ser humano hasta que hayas visto su cadáver. Y, aún entonces, piensa que podrías equivocarte».

Capítulo 36

El grupo de Stilgar regresa a su sietch con sus dos escapados del desierto, Paul y Jessica, la tonalidad del alba indica el tiempo del calendario, al llegar los Fremen se liberan de sus capuchas, se percibe el olor acre del lugar, Jessica y Chani están en la multitud, un sujeto llamado Farok está al lado de Paul, charlan, se corre la noticia de que Liet-Kynes está muerto, el jefe Stilgar presenta a Harah, ex-mujer del difunto Jamis, a Usul, éste la toma como sirvienta; se separan, Stilgar se aleja con el resto de su gente, Jessica está con asuntos de no-freyn Sayyadina Reverenda Madre, Chani con asuntos de su fallecido padre, y Paul demanda a Harah que los conduzca a los aposentos conferidos, en el camino ven cómo con telares los Fremen confeccionan plástico, se describe el camino por los pasillos que recorren, se habla de los colectores de rocío fabricados con cromoplástico, pasan por el salón de clases que está activo siguiendo la enseñanza de Liet-Kynes, llegan a su yali o habitaciones, cuando Harah se retira para traer comida, Paul ve dos niños que hacen presencia en la estancia, los hijos de Harah.

Así, mientras sus ojos asumían el azul del Ibad, aprendió la enseñanza chakobsa.

Paul se quitó los tampones de la nariz, liberando después su boca. El acre olor del lugar lo asaltó: cuerpos no lavados, exhalaciones destiladas de residuos reciclados, por todas partes los efluvios de una humanidad, con la turbulencia de la especia y sus armónicos dominándolo todo.

Paul se sintió invadido por una oleada de rabia.

Sus oscuros cabellos estaban peinados hacia atrás en su frente, haciendo resaltar sus pómulos y su aquilina nariz entre la densa oscuridad de sus ojos.

—Cállate, Harah —dijo Stilgar—. Fue Jamis quien le desafió… fue él quien invocó el tahaddi al-burhan.

—¿Aceptas a Harah como mujer o como sirviente? —dijo Stilgar.

Harak alzó los brazos, girando lentamente sobre sí misma.

Se volvió hacia Harah, y acentuó su miedo y su estupor dando a su voz un ligero trémolo.

—No te haré ningún daño, Harah —dijo—. Muéstrame nuestros apartamentos —y suavizó su voz con una nota relajante.

Paul se adelantó hasta colocarse a su lado, estudiando el aquilino perfil a medida que andaban.

—Stilgar ha dicho que la ceremonia tuvo lugar y que tú eras un amigo de Jamis. —Le dirigió una breve ojeada—. Stilgar ha dicho que le diste humedad al muerto. ¿Es cierto?

Había un ritmo febril en ellos.

Los fragmentos de su memoria presciente no estaban dispuestos exactamente como los recordaba.

Y sabía lo que prometía aquella trampa a cambio… la salvaje jihad, la guerra religiosa que debía evitar a toda costa.

Paul asintió, se reunió con ella en la cornisa. Alzó aún más la cortina, notando fibras metálicas en el tejido, y la siguió a una pequeña entrada y después a una estancia más amplia, un cuadrado de unos seis metros de lado… gruesas alfombras azules en el suelo, tapices azules y verdes ocultando las paredes de piedra, globos de luz amarilla flotando bajo un techo cubierto por telas amarillas.

Sintiéndose irritado consigo mismo,

El mutable tiempo-consciencia parecía danzar a su alrededor.

Capítulo 37

En la caverna se están reuniendo alrededor de veinte mil Fremen, Paul ha sido convocado, Jessica del Extraño Arte va a atreverse a tomar el ritual del paso interior para convertirse en Reverenda Madre, se disponen las alfombras y demás menesteres de la ceremonia, Stilgar se dirige al público, antes de que Jessica realice su ritual, por cautela por si Jessica fallece o algo sale mal, como medida preventiva Chani pasa por la ceremonia para tomar sus votos y consagrarse como Sayyadina; a continuación Jessica bebe del Agua de Vida depositada por los maestros del agua y tiene su viaje con la estensión-onda psicoquinésica y su presciencia, donde las tres conciencias, la suya, la de la Reverenda Madre Ramallo y la de su hija no-nata se encuentran, la Reverenda Madre Ramallo vierte sus experiencias y conocimiento en Jessica y su hija, y también en el alcance de los demás asistentes del recinto al ritual; Paul también bebe el Agua de Vida, percibe el ambiente festivo, luego el saco pasa por la multitud para que también beban, Chani conduce a Paul a un apartamento privado, Chani le expresa que hay algo que causa terror al compartir con él, se hablan, se dan tranquilidad y calma, se abrazan, ella ya no tiene miedo, ve lo que él ve, ella lo besa en la mejilla.

Las manos se mueven, los labios se mueven… Las ideas brotan de sus palabras, ¡y sus ojos devoran! Es una isla de autodominio.

Fuera en el desierto, lo sabía, el rojo anochecer estaba llegando, pero allí en la caverna reinaba un perpetuo crepúsculo, una gris inmensidad donde la gente se había reunido para verla arriesgar su vida.

Chani se estaba acercando, con su rostro de elfo mostrando su dolor. Se había quitado el destiltraje y llevaba una graciosa túnica azul que dejaba sus brazos al descubierto. Un pañuelo verde estaba anudado a su brazo izquierdo, cerca del hombro.

Verde, el color del luto, pensó Paul.

Había pasado un extraño día con aquellos dos niños, a los que había pedido que montaran guardia para alejar a los curiosos, gracias a lo cual había tenido tiempo suficiente para reflexionar con calma y poner un poco de orden en sus recuerdos prescientes, a fin de estudiar un modo de prevenir la jihad.

Jessica ignoró a Chani, concentrando toda su atención en la mujer de la litera: una vieja, una marchita y arrugada cosa antigua vestida con un traje negro cuya capucha, echada hacia atrás, revelaba una mata de cabellos grises atados apretadamente en un moño, y un cuello descarnado.

—Así que tú eres ella —la vieja cabeza osciló precariamente sobre el delgado cuello—.

—Para que esto no ocurra —dijo Stilgar—, nuestra nueva Sayyadina, Jessica del Extraño Arte, ha consentido someterse a los ritos ahora. Intentará alcanzar el paso interior a fin de que no perdamos la fuerza de nuestra Reverenda Madre.

Jessica del Extraño Arte, pensó Jessica. Vio la mirada de Paul clavada en ella, sus ojos llenos de preguntas, pero su boca permanecía silenciosa a causa de toda la extrañeza que había a su alrededor.

Se volvió y miró a la que todos llamaban Reverenda Madre, estudiando los enjutos rasgos de la anciana, la fantomática fijeza de sus ojos totalmente azules.

De ella emanaba la misma aura de poder que recordaba de la Reverenda Madre Gaius Helen Mohiam cuando lo había sometido a la atroz agonía de la prueba del gom jabbar.

—Que se acerquen los maestros de agua —dijo Chani, con una excitación apenas perceptible en su voz de joven-niña.

Un suspiro recorrió la multitud, un susurro de ropas que hicieron erizarse el cabello en la nuca de Jessica.

¿Ha visto ya este momento en el tiempo?, se preguntó.

—He aquí el Agua de Vida, el agua que es más grande que el agua… Kan, el agua que libera el alma. Si tú eres una Reverenda Madre, te abrirá el universo. Que Shai-Hulud juzgue ahora.

¿Qué es?, se preguntó. ¿Un licor? ¿Una droga?

—Aceptar una pequeña muerte es a veces peor que la gran muerte —dijo Chani. Miró fijamente a Jessica, aguardando.

Jessica estudió el rostro de Chani, sus rasgos de elfo, encontrando las similitudes con el rostro de Liet-Kynes, un rostro que aún no había sido fijado por el tiempo.

Me han dado una droga, se dijo Jessica.

Tenía la impresión de ser tan sólo un ínfimo grano de polvo consciente, más pequeño que cualquier partícula subatómica, y todavía capaz de moverse y de percibir el mundo a su alrededor.

Jessica concentró su atención en la Reverenda Madre Ramallo, dándose repentinamente cuenta de que todo aquello estaba ocurriendo en un breve instante… en un tiempo que estaba en suspenso sólo para ella.

La respuesta llegó en aquel instante como una explosión en su consciencia: su tiempo personal estaba suspendido para salvarle la vida.

En el lugar al que no podemos mirar, pensó. Es el lugar que las Reverendas Madres mencionan reluctantemente… el lugar que sólo un Kwisatz Haderach puede ver.

Lo encontró en la droga que había ingerido.

Era como un torbellino de partículas danzantes en su interior, tan rápido que ni siquiera la detención del tiempo conseguía pararlo. Partículas danzantes. Empezó a reconocer estructuras familiares, cadenas atómicas: un átomo de carbono aquí, una formación helicoidal… una molécula de glucosa. Toda una cadena de moléculas frente a ella, en la que reconoció una proteína… una configuración metil-proteína.

Fue como un suspiro mental desprovisto de sonido, surgiendo de lo más profundo de sí misma junto con la identificación de la naturaleza del veneno.

Chani está tomando el catalizador de mi cuerpo para transformar el veneno de ese saco, pensó Jessica. ¿Por qué?

¡Y otra partícula psicoquinésica penetró en su consciencia! Jessica intentó rechazarla, pero la partícula se acercaba cada vez más… cada vez más.

Fue como una íntima unión, la más completa y definitiva, y fue dos personas al mismo tiempo: no telepatía, sino consciencia recíproca.

¡Con la vieja Reverenda Madre!

Pero Jessica vio que la Reverenda Madre no pensaba en sí misma como en una vieja. Una imagen se desplegó en las dos mentes fusionadas: una mujer joven de espíritu alegre y tierno humor.

Jessica sólo pudo aceptar aquellas palabras, no responder a ellas.

Jessica percibió un cambio en la mutua consciencia, y una nueva partícula-presencia apareció ante su ojo interior. Se movía rápida e incontroladamente, aquí, allí, trazando círculos. Irradiaba puro terror.

Lo combatió con el único medio a su alcance que conocía: «No conoceré el miedo. El miedo mata la mente…».

La letanía le devolvió algo de calma. La otra partícula se inmovilizó a su lado.

Las palabras no servirán, se dijo Jessica.

Descendió hasta el nivel de las reacciones emocionales básicas, irradió amor, confort, una cálida protección.

El terror retrocedió.

De nuevo se impuso la presencia de la Reverenda Madre, pero ahora la percepción era triplemente mutua… dos de ellas activas y la tercera absorbiendo inmóvil.

¿Por qué esta catarata de arena cayendo desde lo alto de un farallón ha permanecido incrustada de esta manera en el recuerdo?, se preguntó.

Y, mientras, la vieja Reverenda Madre dejaba su vida en la memoria de Jessica con un último gemido confuso de palabras.

Su percepción interior se hacía menos intensa a medida que disminuían los efectos de la droga, pero sentía aún la presencia de la otra partícula, y la tocó suavemente, con un sentimiento de culpabilidad por haber permitido que le ocurriese aquello.

Lo he permitido, mi pobre, aún no formada y pequeña querida hija. Te he llevado a este universo y te he expuesto sin la menor defensa a la infinita variedad de sus conocimientos.

Un infinitesimal flujo de amor-confort, como un reflejo del que ella había vertido antes, le llegó de la otra partícula.

Dejad que el catalizador haga su trabajo, pensó. Dejad que el pueblo beba de él y cada uno tenga, por un momento, su más intensa percepción de los demás. La droga ya no es peligrosa… ahora que una Reverenda Madre la ha transformado.

Jessica retrocedió, aterrada ante la idea de sumergirse en aquel océano sin límites. Pero el corredor no desapareció, revelando a Jessica que la cultura Fremen era más increíblemente antigua de lo que nunca hubiera podido suponer.

Soy como una persona cuyas manos han permanecido paralizadas, insensibles, durante toda su vida… hasta que un día vuelve a ellas su habilidad de moverse y percibir sensaciones.

Entonces empezó a preguntarse cuáles eran los límites de la presciencia de Paul. Aquella pregunta le revelaba muchas cosas.

Paul se dio cuenta de que la droga se estaba adueñando de su madre.

De pronto se dio cuenta de que una cosa era la visión del pasado en el presente, pero que la auténtica prueba de la presciencia era ver el pasado en el futuro.

Sabía lo que ocurriría si bebía aquella especia que era la quintaesencia de la sustancia que había producido el cambio en él. Volvería a aquella visión de tiempo puro, un tiempo convertido en espacio.

Miró a su madre. Parecía dormir pacíficamente en su posición sentada, respirando profunda y regularmente. Una frase surgida de aquel futuro que era su solitario pasado llegó a su mente: «Está durmiendo en el Agua de Vida».

Paul la siguió. Le parecía que su cabeza había sido separada de su cuerpo y luego vuelta a colocar con extrañas conexiones. Sentía sus piernas como lejanas y reblandecidas.

Tuvo que apoyarse en Chani para no caer, cuando ella giró hacia otro túnel oscuro. El contacto de su carne tierna y firme bajo sus ropas excitó su sangre. La sensación se mezcló con el efecto de la droga, replegando el futuro y el pasado dentro del presente, en una triple y casi instantánea focalización.

—Tú eres Sihaya —dijo Paul—, la primavera del desierto.

Intentó concentrarse en ella, pero el pasado y el futuro se confundían con el presente, ofuscando su imagen. La vio en un número incontable de lugares y de situaciones.

—Hay algo aterrador en ti —dijo ella—. Cuando te he apartado de los demás… lo he hecho porque esto era lo que querían. Tú… empujas a la gente. Tú… ¡haces ver cosas!

Tienen algo de talento, le dijo su mente a Paul. Pero lo rechazan porque les aterroriza.

Él se inmovilizó en su consciencia, viendo al tiempo dilatarse en su extraña dimensión, delicadamente estable pero aún tumultuoso, estrecho y a la vez proyectado para recoger mundos y energías innumerables, una cuerda tensa y oscilante sobre la que debía pasar manteniendo el equilibrio.

Ante él, un breve paréntesis relativamente tranquilo en un oculto sietch, un instante de paz entre períodos de violencia.

—Ya no tengo miedo, Usul. Mírame. Cuando me abrazas así, también yo veo lo que tú ves.

—¿Qué es lo que ves? —preguntó él.

—A nosotros dos dándonos mutuamente amor en un momento de calma entre tormentas. Eso es lo que debemos hacer.

La droga se apoderó nuevamente de él, y pensó: En tantas ocasiones me has dado tranquilidad y el olvido. De nuevo lo aferró la hiperiluminación, con sus detalladas imágenes del tiempo, y sintió su futuro transformarse en recuerdos: las tiernas agresiones del amor físico, la comunión de identidades, la participación, la dulzura y la violencia.

Libro tercero: el profeta

Apéndices

I. La ecología de Dune

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II. La religión de Dune

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III. Informe sobre los motivos y propósitos de la Bene Gesserit

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IV. El almanaque Al-Ashraf

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Terminología del Imperio

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REFERENCIAS