Noches blancas

SINOPSIS

Noche primera

Narra como se encuentra en un St. Patersburgo solitario donde todo el mundo lo abandona debido a que se van para el campo, cuenta como todo St. Petersburgo le es conocido; cuenta cómo se encuentra con la joven triste del muelle y cómo la ayuda después con el incidente del caballero atrevido, hablan, coquetean tímidamente, él se muestra, medianamente se expresa en medio de su timidez, logra cautivar con su personalidad a la muchacha, y al final la muchacha accede a que se reencuentren la noche siguiente donde trataran asuntos concernientes a ella, ella también lo condiciona para que no se vaya a enamorar de ella, se despiden.

Noche segunda

Se reencuentran, conoce que el nombre de la muchacha es Nastenka, Nastenka le pide que él le relate toda su historia y que le diga qué tipo de persona es; a manera de discurso poético y grandilocuente, con timidez, narra cómo ha pasado sus años y se describe, presenta la imagen de “el soñador”, Nastenka escucha, y a continuación sigue su historia.

Historia de Nastenka

Los padres de Nastenka mueren siendo ella niña y va a vivir con su abuela que antes era rica y es ciega, su abuela misma y un maestro le dan intrucción básica hasta los 15 años; con el argumento de no poderla vigilar por su ceguera, la abuela la ata a su vestido con un imperdible; el viejo inquilino que tenían en la casa de la abuela muere y aceptan un nuevo inquilino joven y de buen aspecto, en una ocasión en medio de la cháchara, Nastenka pasa la verguenza de que el inquilino se da cuenta del imperdible que la sujeta a su abuela, los días pasan, Nastenka sufre de verguenza, el inquilino les envía libros, suceden algunos pequeños encuentros/conversaciones fortuitas, hasta que un día el inquilino le propone ir al teatro a “El Barbero de Sevilla”, finalmente van con la abuela y Nastenka disfruta como nunca; después de esto las visitas se hacen más esporádicas hasta que llega un día de Mayo en el que anuncia que debido a la terminación de sus asuntos dejará el cuarto, a esto Nastenka decide preentarse al inquilino y ofrecerse a él como su compañera, a lo que el inquilino le responde que no está en condiciones de casarse, y que si algún día lo estuviera lo haría con ella, prometiéndole que regresaría al cabo de un año para ver si conservaba la misma disposición; terminando su relato Nastenka dice que sabe que el sujeto llegó hace tres días pero que aún no ha recibido su comunicación, finalmente el protagonista le recomienda a Nastenka que escriba una carta, le ayuda y le sugiere, Nastenka muestra la carta que ya tiene preparada y es el protagonista quien recibe la tarea de entregar la carta de ella; se despiden.

Noche tercera

Esperando al caballero de Nastenka que no llega, dialogan; ella está alegre, le expresa que lo quiere mucho y le resalta el hecho de que no se haya enamorado de ella, le dice que la visión del soñador que él tiene de sí mismo dista de la realidad, Nastenka habla de expresar los sentimientos abierta/libremente con todos; al final acuerdan esperar uno o dos días más ya que es inverosímil que pudiese haber una respuesta tan pronto.

Noche cuarta

El protagonista y Nastenka se encuentran en la barandilla del muelle donde se vieron por primera vez, al aparecer él sin carta ni respuesta Nastenka se entristece y decide que el caballero en cuestión no merece ya más atención por parte de ella, se cuestiona cómo una persona puede ser y obrar así y concluye que es más noble el protagonista; entre tanto el protagonista no puede contenerse más, estalla y le declara su amor, Nastenka también acepta que lo quiere y que él es mejor que su esperado caballero, terminan ambos emocionados y exaltados, yendo y viniendo como chiquillos declarándose mutuamente su amor, hacen planes de que él se vaya como inquilino a la casa de la abuela, y en medio de estos ires y venires se les cruza un joven que resulta ser el esperado cabellero de Nastenka, a pesar de lo que había pasado entre ellos y lo que se habían dicho, Nastenka corre a los brazos del caballero, se devuelve a besar ardientemente al protagonista a modo de despedida y vuelve donde su caballero y se van; el protagonista se queda plantado un rato donde estaba, mirando como se alejan, hasta que se pierden de vista.

La mañana

La historia termina en una mañana lluviosa, fea. Matryona le enrega una carta que ha llegado para el protagonista, es de Nastenka, le pide perdón, le da agradecimientos, le dice que no se olvidarán, que se vean, y le anuncia la próxima boda. Finalmente el protagonista tiene una perspectiva de como es su presente y su futuro, y le desea lo mejor a Nastenka, agradecido por el momento de bienaventura que tuvo con ella.

CITAS

Ya desde la mañana me atormentaba una extraña melancolía. Me pareció de pronto que a mí, hombre solitario, me abandonaba todo el mundo que todos me rehuían.

¿Pero qué falta me hace conocer a gente alguna?

¡Qué rostro tan impresionante, tan pensativo, el suyo! Caminaba murmurando continuamente y accionando con la mano izquierda, mientras que en la derecha blandía un bastón nudoso con puño de oro. Él también se percató de mí y me miraba con vivo interés.

Ya he dicho que durante tres días enteros me tuvo atormentado la inquietud hasta que por fin averigüé su causa.

volvía a examinar todo mi mobiliario, a inspeccionar cada silla, pensando si no estaría ahí la clave de mi malestar (porque basta que una sola de mis sillas no esté en el mismo sitio que ayer para que ya no me sienta bien), miré por la ventana, y todo en vano…, no hallé alivio.

pero ella se limitó a mirarme con asombro y me volvió la espalda sin decir palabra;

Pido perdón por la frase vulgar, pero es que ahora no estoy para expresarme en estilo elevado ….

se distinguían por la estudiada elegancia de sus modales, por su atildada indumentaria veraniega y por los soberbios carruajes en que venían a la ciudad.

impresionaban desde el primer momento por su prestancia y prudencia.

destacaban por su continente invariablemente alegre.

Era como si se hubieran olvidado de mí, como si efectivamente fuera un extraño para todos.

No sé por qué todos estaban alegres, y todos, sin excepción, iban fumando cigarros. También yo estaba alegre, alegre como hasta entonces nunca lo había estado.

-tanto me afectaba la naturaleza, a mí, hombre de ciudad, medio enfermo, que casi comenzaba a asfixiarme entre los muros urbanos.

¿qué impulso ha hecho brillar con tal fuego esos ojos tristes y pensativos?, ¿qué ha hecho volver la sangre a esas mejillas pálidas y sumidas?, ¿qué ha regado de pasión los rasgos de ese tierno rostro?, ¿de qué palpita ese pecho?, ¿qué ha traído de súbito vida, vigor y belleza al rostro de la pobre muchacha?, ¿qué la ha hecho iluminarse con tal sonrisa, animarse con esa risa cegadora y chispeante? Mira uno en torno suyo buscando a alguien, sospechando algo. Pero pasa ese momento y quizás al día siguiente encuentra uno la misma mirada vaga y pensativa de antes, el mismo rostro pálido, la misma humildad y timidez en los movimientos; y más aún: remordimiento, rastros de cierta torva melancolía y aun irritación ante el momentáneo enardecimiento. Y le apena a uno que esa instantánea belleza se haya marchitado de manera tan rápida e irrevocable, que haya brillado tan engañosa e ineficazmente ante uno; le apena el que ni siquiera hubiese tiempo bastante para enamorarse de ella…

Iba cantando porque cuando me siento feliz siempre tarareo algo entre dientes, como cualquier hombre feliz que carece de amigos o de buenos conocidos y que, cuando llega un momento alegre, no tiene con quien compartir su alegría. De repente me sucedió la aventura mas inesperada.

conteniendo el aliento y con el corazón a galope, pasé junto a ella.

De pronto me quedé clavado en el sitio. Creí haber oído un sollozo ahogado.

¡Dios mío! Se me encogió el corazón. Soy muy tímido con las mujeres, pero en esta ocasión giré sobre los talones, me acerqué a ella y le hubiera dicho «¡Señorita!» de no saber que esta exclamación ha sido pronunciada ya un millar de veces en novelas rusas que versan sobre la alta sociedad. Eso fue lo único que me contuvo.

El corazón me latía como el de un pajarillo que se tiene cogido en la mano. Inopinadamente la casualidad vino en mi ayuda.

impresionante por los años, aunque no lo fuera por su manera de andar. Caminaba haciendo eses y apoyándose con tiento en la pared. La muchacha iba como una flecha, rauda y tímida

La miré fugazmente. Era bonita y morena. Había acertado. En sus pestañas negras brillaban aún lágrimas de miedo reciente o de tristeza anterior. No sé. Pero a los labios afloraba ya una sonrisa. Ella también me miró de soslayo, se ruborizó ligeramente y bajó los ojos.

-¡Ah, ha acertado a la primera mirada! -respondí entusiasmado de saberla inteligente, lo que, unido a la belleza, no es humo de pajas-. Sí, a la primera mirada ha adivinado usted qué clase de persona soy. Es verdad, soy tímido con las mujeres.

-Sí. Si me tiembla la mano es porque hasta ahora no había apretado nunca otra tan pequeña y bonita como la suya. He perdido la costumbre de estar con las mujeres; mejor dicho, nunca la he tenido, soy un solitario. Ni siquiera sé hablar con ellas. Ni ahora tampoco. ¿No le he soltado a usted alguna majadería? Dígamelo con franqueza. Le advierto que no me ofendo.

No sé callar cuando habla el corazón dentro de mí.

-Con nadie, con un ideal, con la mujer con que se sueña. En mis sueños compongo novelas enteras. Ah, usted no me conoce. Es verdad que he conocido a dos o tres mujeres; otra cosa sería inconcebible, pero ¿qué mujeres? Una especie de patronas… Pero voy a hacerla reír, voy a decirle que algunas veces he pensado entablar conversación en la calle con alguna mujer de la buena sociedad. Así, sin cumplidos. Claro está que cuando se halle sola. Hablar, por supuesto, con timidez, respeto y apasionamiento; decirle que me muero solo, que no me rechace, que no hallo otro medio de conocer a mujer alguna, insinuarle incluso que es obligación de las mujeres el no rechazar la tímida súplica de un hombre tan infeliz como yo; y que, al fin y al cabo, lo que pido es sólo que me diga con simpatía un par de palabras amistosas, que no me mande a paseo desde el primer instante, que me crea bajo palabra, que escuche lo que le digo, que se ría de mí si le da gusto, que me dé esperanzas, que me diga dos palabras, tan sólo dos palabras, aunque no nos volvamos a ver jamás. Pero usted se ríe… Por lo demás, hablo sólo para hacerla reír…

Me río porque es usted su propio enemigo.

Se me oprimía el corazón.

Soy un soñador.

-Basta, no jure, porque es usted capaz de estallar como la pólvora.

-Duerma usted a pierna suelta.

Quién sabe, quizá me ha reconciliado usted conmigo mismo, quizá ha resuelto mis dudas…

-No ha habido historia de ninguna clase, ninguna. He vivido, como quien dice, conmigo mismo, es decir, enteramente solo, solo, completamente solo. ¿Entiende usted lo que es estar solo?

-Pues bien, soy… un tipo.

riendo a borbotones,

Es un bicho raro.

Me senté junto a ella, tomé una postura pedantescamente seria y empecé como si leyera un texto escrito:

En esa otra vida hay una mezcla de algo puramente fantástico, ardientemente ideal, y de algo (¡ay, Nastenka!) terriblemente ordinario y prosaico, por no decir increíblemente chabacano.

los soñadores. El soñador -si se quiere una definición más precisa- no es un hombre ¿sabe usted? sino una criatura de género neutro.

quien por su parte ha tenido ya tiempo bastante para embrollarse por completo tras los esfuerzos tan titánicos como inútiles que ha hecho por avivar la conversación, por mostrar su propio conocimiento de las cosas mundanales,

y que durante largo tiempo, mirará con desvío la naturaleza y la vida, incluso los restos de comida que de la mesa del amo le guarda, compasiva, una ama de llaves … ?

-Sí, sí -respondió Nastenka-. De eso se trata. Oiga, usted cuenta muy bien las cosas, pero ¿no es posible hablar un poco menos bien? Porque usted habla como si estuviera leyendo un libro.

-De ninguna manera. Hable. Ya no digo más esta boca es mía.

En su rostro pálido y surcado de arrugas se dibuja un extraño sentimiento de satisfacción.

Cuando digo que mira, miento. No mira, sino que contempla distraídamente, como si estuviera fatigado o preocupado de algo más interesante en ese momento. De modo que quizá sólo fugazmente, casi sin querer, puede ocuparse de lo que le rodea. Está satisfecho porque se ha desembarazado hasta el día siguiente de asuntos enojosos, y está alegre como un colegial a quien permiten que deje el banco de la escuela para entregarse a sus travesuras y juegos favoritos.

No, Nastenka. Ahora no le importan nada esas menudencias. Ahora se siente rico de su propia vida. De pronto, por un motivo ignorado, se sabe rico. Y no en vano el sol poniente le lanza un alegre rayo de despedida y despierta en su tibio corazón todo un enjambre de impre-siones. Ahora apenas se da cuenta del camino en el que poco antes le hubiera llamado la atención la minucia más insignificante. Ahora la «diosa Fantasía» (si ha leído usted a Zhukovski, querida Nastenka) ha bordado con caprichosa mano su tela de oro y ha mandado, para que las desplieguen ante él, alfombras de vida inaudita, milagrosa.

Sigue ade lante con el entrecejo fruncido de enojo, sin percatarse apenas

Ha prendido traviesamente en su lienzo a todo y a todos, como moscas en una telaraña.

Se despabila y recuerda con asombro que ya ha cenado, sin darse la menor cuenta de cómo ha ocurrido la cosa. La habitación está a oscuras. La aridez y la tristeza se adueñan del alma de nuestro héroe. El castillo de sus ilusiones se ha venido sin estrépito, sin dejar rastro, se ha esfumado como un sueño; y él ni siquiera se percata de que ha estado soñando. Pero en su pecho siente todavía una vaga sensación que lo agita ligeramente. Un nuevo deseo le cosquillea tentadoramente la fantasía, la estimula e imperceptiblemente suscita todo un conjunto de nue vas quimeras. El silencio reina en la pequeña habitación. La soledad y la indolencia acarician la fantasía.

La fantasía empieza a desbordarse entre alguna que otra llamarada.

Su fantasía despierta de nuevo, está en su punto. De pronto, un mundo nuevo, una vida nueva y fascinante, resplandece ante él con brillantes perspectivas. Nuevo sueño, nueva felicidad. Nueva dosis de veneno sutil y voluptuoso. ¿Qué le importa a él nuestra vida real?

Observe esas visiones mágicas que de manera tan encantadora, tan sugestiva y fluida componen ante sus ojos ese cuadro animado y subyugante, en cuyo primer plano la figura principal es, por supuesto, él mismo, nuestro soñador, su propia persona querída. Fíjese en las diversas aventuras, en la infinita procesión de sueños ardientes. Quizá pregunta usted con qué sueña. ¿Para qué preguntarlo? Sueña con todo, con la misión del poeta, desconocido primero e inmortalizado después, con que es amigo de Hoffmann, con la noche de San Bartolomé, con Diana Vernon, la heroína de Rob Roy, con actos de heroísmo en ocasión de la toma de Kazan por Iván el Terrible, con Clara Mowbray y Effie Deans, otras heroínas de Walter Scott, con el sínodo de prelados y Huss ante ellos, con la rebelión de los muertos en Roberto el Diablo (¿se acuerda de la música? ¡huele a cementerio!), con la batalla de Berezina, con la lectura de poemas en casa de la condesa V.D., con Danton, con Cleopatra e i suoi amanti, con La casita en Kolomma de Pushkin, con su propio rincón, junto a un ser querido que le escucha como usted me escucha ahora, ángel mío, con la boca y los ojos abiertos en una noche de invierno. No, Nastenka, ¿qué le importa a él, hombre voluptuoso, esta vida a la que usted y yo nos aferramos tanto?

Pero hasta tanto que llegue ese momento amenazador nuestro héroe no desea nada, porque está por encima del deseo, porque está saciado, porque es artista de su propia vida y se forja cada hora según su propia voluntad.

El amor ha prendido en su pecho con su gozo infinito, con sus agudos tormentos.

Ahora más que nunca sé que he malgastado mis años mejores.

¡Bendita sea usted, niña querida, por no haberme rechazado desde el primer momento, por haberme dado la posibilidad de decir que he vivido al menos dos noches en mi vida!

-¡Ay, Nastenka , Nastenka! ¿Sabe usted por cuánto tiempo me ha reconciliado conmigo mismo? ¿Sabe usted que en adelante no pensaré tan mal de mí como he pensado otras veces?

En tales momentos he pensado que ya nunca sería capaz de vivir una vida auténtica, porque se me antojaba que había perdido el tino, el sentido de lo genuino, de lo real, y acababa por maldecir de mí mismo, ya que tras mis noches fantásticas empezaba a tener momentos de horrible resaca. Oye uno entre tanto cómo en torno suyo circula ruidosamente la muchedumbre en un torbellino de vida, ve y oye cómo vive la gente, cómo vive despierta, se da cuenta de que para ella la vida no es una cosa de encargo, que no se desvanece como un sueño, como una ilusión, sino que se renueva eternamente, vida eternamente joven en la que ninguna hora se parece a otra; mientras que la fantasía es asustadiza, triste y monótona hasta la trivialidad, esclava de la sombra, de la idea, esclava de la primera nube que de pronto cubre al sol y siembra la congoja en el corazón de Petersburgo, que tanto aprecia su sol. ¿Y para qué sirve la fantasía cuando uno está triste? Acaba uno por cansarse y siente que esa inagotable fantasía se agota con el esfuerzo constante por avivarla. Porque, al fin y al cabo, va uno siendo maduro y dejando atrás sus ideales de antes; éstos se quiebran, se desmoronan, y si no hay otra vida, la única posibilidad es hacérsela con esos pedazos. Mientras tanto, el alma pide y quiere otra cosa. En vano escarba el soñador en sus viejos sueños, como si fueran ceniza en la que busca algún rescoldo para reavivar la fantasía, para recalentar con nuevo fuego su enfriado corazón y resucitar en él una vez más lo que antes había amado tanto, lo que conmovía el alma, lo que enardecía la sangre, lo que arrancaba lágrimas de los ojos y cautivaba con espléndido hechizo. ¿Sabe usted, Nastenka, a qué punto he llegado?

¿Que me gusta elaborar el presente según la pauta del pasado irreversible?

Porque todo eso que se ha perdido, todo eso no ha sido nada, un cero redondo y huero, no ha sido más que un sueño.

-añadió con timidez, manifestando todavía admiración por mi discurso patético y mi estilo grandilocuente-,

En este instante estoy tan alegre, tan feliz, me siento tan atrevido, tan listo, que tendré la respuesta pronta.

Y sabía callar mejor que usted. En serio, apenas decía esta boca es mía.

La abuela todo lo relacionaba con sus tiempos. En sus tiempos era más joven, en sus tiempos el sol calentaba más, en sus tiempos la crema no se agriaba tan pronto… ¡todo era mejor en sus tiempos!

La abuela aceptó agradecida, pero preguntó si los libros eran morales, porque, me dijo: «Si son inmorales, Nastenka, de ninguna manera deben leerse, porque aprenderías cosas malas.»

Cuentan cómo los mozos seducen a las muchachas de buenas costumbres; y cómo con el pretexto de que quieren casarse con ellas las sacan de la casa paterna; y cómo luego abandonan a las pobres chicas a su suerte y ellas quedan deshonradas.

Él se detuvo, yo me ruboricé y él también, pero se echó a reír, me saludó, preguntó por la salud de la abuela

mudaron de propósito

Yo lo comprendí todo, me puse encarnada y el corazón me empezó a dar saltos de anticipación.

No le contaré la impresión que me causó El Barbero de Sevilla.

¡Qué alegría! Me acosté tan orgullosa, tan contenta, y el corazón me latía tan fuertemente que tuve un poco de fiebre y toda la noche me la pasé delirando con El Barbero de Sevilla.

Me echaba a reír sin motivo aparente.

Cuando nos encontrábamos –en la escalera de marras, por supuesto-, me saludaba en silencio y tan gravemente que parecía no querer hablar.

El corazón me golpeaba con fuerza, me dolía la cabeza y me sentía mareada.

-Escuche, mi querida Nastenka -empezó con lágrimas en la voz-. Escuche. Le juro que si alguna vez estoy en condiciones de casarme, sólo me casaré con usted.

Ahora no es posible, no puedo, no tengo derecho a hacer promesa alguna.

En ese punto se detuvo, quedó callada un momento, bajó la cabeza y, de pronto, tapándose la cara con las manos, empezó a sollozar de manera tal que me laceró el alma.

Si es así, esta carta le dirá que ni me quejo ni le condeno.

Es usted un hombre honrado. No se sonría ni se enoje al ver estos renglones impacientes.

Perdone si la duda ha hallado cobijo en mi alma, siquiera sólo un momento.

¡Demos gracias a que algunas personas viven con nosotros!

Primero volvió la cara, que se tiñó de rosa

-entonamos los dos, yo casi abrazándola de alborozo, ella ruborizándose aún más y riendo a través de sus lágrimas que, como perlas, temblaban en sus negras pestañas.

-dijo con precipitación-.

Me apretó con fuerza las dos manos, me hizo un saludo con la cabeza y entró disparada en su callejuela.

«Hasta mañana, hasta mañana», palabras que se me quedaron clavadas en la memoria cuando se perdió de vista.

Hoy ha sido un día triste, lluvioso, sin un rayo de luz, como será mi vejez. Me acosan unos pensamientos tan extraños y unas sensaciones tan lúgubres, se agolpan en mi cabeza unas preguntas tan confusas, que no me siento ni con fuerzas ni con deseos de contestarlas. No seré yo quien ha de resolver todo esto.

Es que cuando somos desgraciados sentimos más agudamente la desgracia ajena. El sentimicnto no se dispersa, sino que se reconcentra.

Llegué a la cita con el corazón rebosante e impaciente por verla. No podía prever lo que siento ahora, ni el giro que iba a tomar el asunto. Ella estaba radiante de felicidad.

Si no estuviera tan feliz creo que su incredulidad y sus reproches me harían llorar. Por otro lado me ha devuelto usted el buen juicio y me ha dado mucho que pensar; pero lo pensaré más tarde; ahora le confieso que tiene usted razón. Sí, estoy un poco fuera de mí. Estoy a la expectativa y las cosas mas nimias me afectan. Pero, basta, dejémonos de sentimientos…

-indiqué con voz lastimera en la que, aunque muy remota, latía aún la esperanza.

y me maldije por mi arrebato de malicia.

Nadie era tan fácil de enganar como ella entonces, porque en momentos así todos escuchamos con alegría cualquier palabra de consuelo y nos contentamos con una sombra de justificación.

-prosiguió con tono de asentimiento, pero en el que, como una disonancia enojosa, se percibía otra idea lejana-.

¿Por qué parecer más adusto de lo que uno es en realidad? Es como si cada cual temiera violentar los propios sentimientos si los expresa libremente.

-agregó con timidez, lanzándome una ojeada fugaz-.

Lo que me contó usted de su soñador no tiene pizca de verdad; quiero decir, que no tiene ninguna relación con usted. Usted se repondrá. Usted es muy diferente de como se pinta a sí mismo.

Cuando dieron las nueve se me hizo intolerable quedarme en el cuarto. Me vestí y salí a pesar del mal tiempo.

¡Qué tiempo tan crudo y sombrío!

exclamé haciendo un esfuerzo por contener mi emoción.

Cuando recuerdo que soy yo la que fue a verle por primera vez, que me humillé ante él, que lloré, que mendigué una migaja de amor siquiera…

centelleantes sus ojos negros-;

¡Ni siquiera una palabra! ¡Hasta a la persona más insignificante del mundo se la trata con más compasión! ¿Es posible que haya oído algo? ¿Es posible que alguien le haya dicho cosas de mí? -gritó volviéndose, inquisitiva, hacia mí-. ¿Qué piensa usted?

-exclamé por fin sin poder dominar mi agitación-.

Todo lo que voy a decirle es absurdo, todo es quimérico y estúpido.

pero ahora…, ahora soy exactamente como usted cuando fue a verle a él con el hatillo de ropa. Pero todavía peor, Nastenka porque entonces él no queria a nadie, mientras que ahora usted quiere a otro.

Nastenka quedó desconcertada del todo. Se le encendieron las mejillas y bajó los ojos.

–dijo Nastenka con un gesto delicado-.

A lo hecho, pecho. Agua pasada… ¿no es verdad? Bueno, ahora lo sabe usted todo. Algo es algo. ¡Muy bien! ¡Todo está ahora bien! Ahora escuche.

(estoy tan confuso, Nastenka, que no doy pie con bola);

Por fin se serenó, se enjugó las lágrimas y proseguimos nuestro paseo. Yo hubiera querido hablar, pero ella siguió diciéndome que esperara. Guardamos silencio… Al fin, sacó fuerzas de flaqueza y rompió a hablar …

-Mire -empezó a decir con voz débil y trémula, pero en la que de pronto empezó a vibrar algo que entró en mi corazón y lo llenó de dulce alegría-, no me crea usted liviana e inconstante. No piense que soy capaz de cambiar y olvidar tan ligera y rápidamente…

-grité ahogado por los sollozos-.

No sabíamos de qué hablar, reíamos, llorábamos, decíamos mil palabras sin ton ni son.

Pero Nastenka no miraba la nube, sino que, clavada en el sitio, guardaba silencio. Un instante después comenzó a apretarse contra mí con una punta de timidez. Su mano temblaba en la mía. La miré… Ella se apoyó contra mí con más fuerza aún. En ese momento paso junto a nosotros un joven. Se detuvo de repente, nos miró de hito en hito y luego dio unos pasos más. Mi corazón tembló.

Yo me quedé mirándolos con el corazón deshecho.

Era todavía una vieja joven y vigorosa.

Quizá fuera un rayo de sol que, tras surgir de detrás de una nube preñada de lluvia, volvió a ocultarse de repente y lo oscureció todo a mis ojos. O quizá la perspectiva entera de mi futuro se dibujó ante mí tan sombría, tan melancólica, que me vi como soy efectivamente ahora, quince años después, como un hombre envejecido, que sigue viviendo en este mismo cuarto, tan solo como antes, con la misma Matryona, que no se ha despabilado nada en todos estos años.

¡Que brille tu cielo, que sea clara y serena tu sonrisa, que Dios te bendiga por el minuto de bienaventuranza y fe licidad que diste a otro corazón solitario y agradecido!

TÉRMINOS

mozo, atrabiliario, atrabilis, caprichoso, melancolía, trabar, angustia, fisonomía, murmurar, percatar, percatarse, simpatía, simpático, íntimo, tuntún, afable, afabilidad, orgullo, desgarbado, henchir, malvado, bárbaro, cornisa, ictericia, desecrado, desecrar, atormentado, inquietud, inquieto, vano, alivio, digno, próspero, honrado, transeúnte, congéneres, destreza, insólito, elegancia, modales, atildada, atildar, indumentaria, soberbio, prestancia, prudencia, carromatos, laya, enseres, macilento, mientes, inefable, conmovedor, conmover, pujanza, gallardear, gallardo, engalanar, matiz, endeble, lástima, afecto, compasivo, compasión, beldad, singular, prodigioso, asombrado, asombro, cautivado, cautivar, sospechar, vago, remordimiento, torva, marchitar, turbio, coqueto, sollozo, sollozar, abstraído, abstraer, absorto, compostura, torno, inopinadamente, frac, rauda, tímida, timidez, mocitas, estratagema, importuno, importunar, percibir, espanto, fugaz, soslayo, ruborizar, rubor, majadería, franqueza, franco, jadeante, jadear, entusiasmo, inconcebible, insinuar, súplica, suplicar, imploración, implorar, atrevido, atrever, fraternal, aflicción, afligir, afligido, impaciente, desbarrar, exaltado, exaltar, sensato, persuadir, travesura, imperdible, borbotones, empalmar, insaciable, bulle, bullir, prólogo, indefectible, turbado, turbar, vivaz, vivaces, brotar, perplejo, perplejidad, azorado, lelo, titánico, embrollar, contricción, estrafalario, vapuleándolo, vapulear, mansalva, insidioso, absorto, soliviante, ruborizar, objetar, importente, impotencia, severo, hucha, esclusa, crepúsculo, vespertino, contemplar, contemplativo, distraído, distracción, morboso, menudencia, minucia, inaudito, milagroso, irritación, venerable, cortés, entrecejo, fruncido, fruncir, enojo, enojar, enojoso, estrepitoso, estrépito, aspavientos, arrebatado, arrebato, arrebatar, travieso, despabilar, aridez, árido, estimula, imperceptible, suscita, quimera, quimérico, soledad, indolencia, voluptuoso, desvaído, lúgubre, sugestivo, sínodo, prelado, aferrar, miserable, saciado, arbitrio, árbitro, arbitral, deleite, aurora, alba, sombrío, fatigado, fatigar, extenuado, extenuar, lecho, sopor, exaltación, aberrante, incorpóreo, corpóreo, seductor, bramar, adusto, indiferente, indiferencia, solitario, padecer, linajudo, lúgubre, taciturno, bilioso, aviesa, avezar, esplendor, espléndido, mirto, trémulo, tenebroso, desconcertado, desconcertar, jaranero, patético, antojar, antojo, aunténtico, resaca, muchedumbre, torbellino, desvanecer, asustadizo, monótono, trivialidad, trivial, congoja, desmoronar, rescoldo, enardecía, enardecer, hechizo, cautivar, inanes, agobiante, agobiar, fúnebre, báculo, trémulo, colorido, marchitarán, grandilocuente, conforme, regatea, regatear, cháchara, hurtadilla, zaguán, chita, mudar, propósito, encarnar, marras, indecible, desván, recato, imperdible, lacerar, subito, colijo, colegir, aseveración, aseverar, instruir, radiante, gozo, alborozo, sereno, serenidad, lisonja, lisonjear, anublado, anublar, cohibida, cohibir, asedio, asediar, expectativa, expectación, nimio, ademán, ademanes, esocear, escocia, pícaro, locuaz, retozona, alabar, ingenuo, ingenuidad, malicia, expiar, consolar, consuelo, asentimiento, asentir, disonancia, disonante, transición, confuso, confusión, barbilla, palpitar, sacrificio, sacrificar, agitación, agitar, intolerable, emoción, pálida, agraviar, centelleante, grosero, inquisitivo, inquirir, atormentado, atormentar, absurdo, antemano, hatillo, injurio, injuriar, egoísmo, desdeñar, desdén, martirizar, martirización, repudiado, repudio, noble, amargo, amargura, enjugar, liviano, generoso, generosidad, comprensivo, comprender, indigno, desengaño, desengañar, compadecer, compadecimiento, aturdido, aturdir, aturdimiento, ardor, estremecido, estremecimiento, estremecer, cristajes, apesadumbrado, apesadumbrar, apesadumbramiento, vigoroso, vigor, decrépito, decrepitud, lustre, ajaba, ajar, deslustrar, deslustrado, desconcchado, desconchar, queja, estrujar.

REFERENCIAS